Cuando se aproxima la navidad, la famosa estrella de Belén vuelve a estar en boca de muchos. Algunos lo relacionan con un cometa, hecho que trae a la memoria la observación del famoso cometa Halley, que cada 76 años regresa al interior del sistema solar. Justamente la última visita del Halley a finales del año 1985 despertó en aquella época decembrina muchas historias que lo relacionaban con la que es culturalmente la estrella más famosa en la Navidad, la estrella de Belén.
La escena del pesebre que representa el nacimiento de Jesús, y las copas de los árboles de Navidad en millones de casas alrededor del mundo se adornaban con una imponente estrella con cola, recordando a la estrella que guió a los reyes magos hacia Belén siglos atrás en la conocida historia bíblica.
En realidad no eran ideas nuevas, y ya desde el Renacimiento comenzaron a aparecer escenas del portal de Belén con la tradicional estrella representada por un cometa con su insigne estela alargada. La más famosa de todas las representaciones se debe al artista italiano Giotto di Bondone, quien en 1304 pinta uno de los frescos de la Capilla de la Arena en la ciudad de Padua titulado “adoración de los reyes magos”. Allí representa la escena del nacimiento y sobre el techo del pesebre adorna el cielo con la estrella de Belén pintada con forma de cometa.
Es muy probable que Giotto se haya inspirado en la impresionante experiencia de ver la aparición del cometa Halley sobre los cielos italianos tres años atrás. Lo cierto es que la escena se popularizo e incluso ahora genera controversia sobre si un cometa fue realmente lo que vieron los sabios de Oriente.
Sabemos que el Halley fue visible en el año 12 a.C. Algunas pruebas sugieren que la Natividad tuvo lugar hacia los años 5 o 6 a. C., muy próxima al censo promovido por Herodes, o a la fecha de un eclipse total de Luna hacia el 5 a. C, por lo cual el paso del Halley parece estar desfasado temporalmente. No hay tampoco registro de observaciones de otros cometas en la época especialmente brillantes a los cuales se les pueda atribuir el fenómeno.
Por otro parte, los cometas, observados principalmente por culturas orientales eran vistos en la antigüedad como portadores de malos presagios y fatalidad, con lo cual ser guiados por uno de ellos no parece haber sido una opción oportuna.
Entonces, ¿qué fenómeno celeste puede atribuirse a la aparición de la estrella de Belén? No hay muchas pistas al respecto en el relato bíblico. Se sabe según los escritos que por la “estrella”, los sabios dedujeron el nacimiento de un príncipe en la casa real de Judea como lo relata Mateo (2:1-2)
“Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, sucedió que unos magos venidos del oriente llegaron a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle.”
Durante mucho tiempo estudiosos del tema han buscado opciones de fenómenos naturales capaces de generar un destello luminoso que se observara como una destacada estrella brillante en el firmamento hace mas de dos mil años.
Uno de los más reconocidos exploradores del cosmos de la historia, el astrónomo Johannes Kepler, fue de los primeros en darle una explicación al suceso en el año 1604, sugiriendo que era consecuencia del encuentro aparente en el cielo de Júpiter y Saturno, lo que se conoce como una conjunción planetaria, que tuvo lugar tres veces en el año 7 a. C, es decir una triple conjunción, la última de las cuales ocurrió a comienzos de diciembre. Recientemente gracias a los simuladores astronómicos se puede demostrar que el acercamiento de ambos puntos luminosos en el firmamento no fue suficiente para confundirlos con un solo objeto, como una única “estrella» brillante. Otra conjunción opcionada es la de Marte, Saturno y Venus, en el año 12 a. C, pero seguramente fue muy difícil de observar a simple vista porque los planetas estaban cerca del Sol.
Siendo la estrella de Belén un espectacular evento luminoso, qué mejor que recurrir entonces a fenómenos muy brillantes en el universo, como lo es una supernova. Este fenómeno genera un gran destello, producto de una explosión que tiene lugar en las etapas finales de una estrella. Su luz es tan intensa que puede superar el brillo de millones de estrellas que componen la galaxia en la cual se produce, y perdurar por varias semanas o meses. Sin embargo, no hay reportes de objetos en la época que puedan corresponder a supernovas,
También se han descubierto las llamadas novas, mucho menos brillantes que las supernovas, pero que también pueden durar varios días. Se producen por una explosión en un sistema binario (dos estrellas), cuando una de ellas – una enana blanca – está siendo alimentada por el material de su compañera, y debido a la acumulación de hidrógeno y al aumento en su masa produce una explosión termonuclear. La gran cantidad de energía liberada produce un destello que dura varios días. Hay reportes de que los chinos y los coreanos observaron una nova en el año 5 a. C., que pudo brillar durante unos 70 días. Las características parecen corresponder con la descripción de los hechos históricos, aunque no hay certeza exacta sobre su posición, que tampoco está descrita en las observaciones encontradas.
Otros destellos luminosos mucho más frecuentes en el cielo nocturno provienen de las conocidas como estrellas fugaces, que en realidad son generadas por rocas y polvo del espacio entrado en la atmósfera terrestre, que se incineran y dejan estelas luminosas. Esta posibilidad se derrumba fácilmente si se tiene en cuenta que en las denominadas lluvias de meteoros del destello luminoso dura tan solo pocos segundos, en contraste con los meses que los reyes magos observaron la imponente estrella brillar.
Finalmente y volviendo a las conjunciones planetarias, se encontró una que ocurrió el 12 de agosto del año 3 a.C. En aquel momento Venus y Júpiter, salieron sobre el horizonte al Oriente, brillando intensamente como el objeto que pudo llamar la atención de los sabios y que marcaría el momento en que comenzaron su travesía. Seis meses más tarde el planeta Júpiter se encontraba hacia el horizonte occidental, coincidiendo con la ubicación sobre Belén. De hecho Júpiter fue protagonista de seis conjunciones en un espacio de 427 días, entre la del 12 de agosto (3 a.c) y la del 18 de octubre (2 a.C.), tres de ellas con Venus, y las otras tres con la estrella Regulus. De esta forma la señal completa del nacimiento de Jesús incluiría a las seis conjunciones de Júpiter a la vez que el planeta transitaba en el cielo por las constelaciones de Leo y Virgo.
Aunque las conjunciones planetarias son probablemente las más opcionadas para explicar la aparición de la estrella de Belén, muchos consideran que la verdadera explicación seguirá siendo un misterio y, tal vez los reyes magos fueron alertados por una suma de varios de los fenómenos astronómicos aquí mencionados.
Estas fechas también son una buena excusa para recordar la relación cultural que siempre hemos tenido con los cielos y las historias que envuelven a la contemplación del cosmos.
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