Al comienzo de la narración en una de sus novelas, el escritor y filósofo Umberto Eco (quien murió en el 2016) coloca a uno de los protagonistas en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios de Paris, donde admira un gigantesco péndulo colgado del techo, que se balancea lentamente. Este sencillo artefacto, conocido como el Péndulo de Foucault, da nombre al relato de Eco, y adorna hoy en día cerca de cien museos de ciencia, bibliotecas y recintos académicos del mundo.
El de la novela llegó a esta institución parisiense en 1855, cuando fue trasladado desde el Panteón de Paris, un histórico edificio de la capital francesa. Su nombre se debe a Jean Bernard Léon Foucault, reconocido físico de comienzos del siglo XIX, también conocido por medir la velocidad de la luz e inventar el giróscopo.
Foucault se destacaba por sus habilidades manuales, que mostró desde pequeño cuando construía telégrafos, entre otros instrumentos. Es en el taller del sótano de su casa donde, al observar una varilla agarrada a un torno rotante, se le ocurre la grandiosa idea de un péndulo oscilante para constatar la rotación de la Tierra. Los intentos por demostrar mediante un experimento la rotación del planeta habían fracasado anteriormente.
A pesar de su entusiasmo, la primera prueba a comienzos de 1851, usando una bola de latón y un alambre de 2 metros de longitud, fue un fracaso; el alambre se rompió. Esto no lo detuvo y en un segundo intento, en menos de una semana, conseguiría comprobar que el péndulo a medida que oscilaba dejaba diferentes marcas sobre una base de arena, mostrando el efecto de la rotación terrestre, tras lo cual está la ley de la inercia de Newton haciendo su papel. La aparente desviación del plano de oscilación del péndulo depende de la latitud del lugar, (en un día es de 360 grados en los polos, y 0 grados en el ecuador terrestre).
Foucault comunica a la Academia de Ciencias su resultado y al poco tiempo ya tiene el apoyo de Napoleón para hacer una presentación pública de su péndulo en la famosa cúpula del Panteón de Paris. Esta vez usa un péndulo de 67 metros con una bala de cañón de 28 kilogramos.
La espectacular presentación a finales de marzo de 1851, en cuya tarjeta de invitación se podía leer ““Usted está invitado a ver cómo gira la Tierra”, causó sensación, y desde ese momento miles de personas pudieron ver cómo el péndulo se desviaba 11 grados cada hora (hasta que se rompiera el cable en el 2010) dejando sus marca sobre la arena húmeda, testigo de la dinámica de nuestro planeta.