Hace sesenta años, el notable físico teórico John Wheeler imaginó al universo como la piel de una manzana y a un diminuto gusano, como una especie de viajero cósmico, arrastrándose sobre ella. La analogía de Wheeler en la cual el pequeño invertebrado tenía dos opciones para llegar al lado opuesto de la manzana, recorrerla a lo largo de su superficie, o hacer un pequeño agujero que la atravesara de lado a lado, servía para explicar lo que era un puente de Einstein-Rosen, a lo que denominó coloquialmente como “agujero de gusano”.
Estas especies de túneles son conceptos teóricos que evidencian una característica del espacio-tiempo, descrito en la relatividad general de Einstein, y representarían un atajo que conecta dos extremos en el espacio y el tiempo. Así lo encontraron matemáticamente y publicaron en 1935 Albert Einstein y Nathan Rosen (quien el cumpliría ahora 108 años).
Lo interesante es que si existieran estos agujeros de gusano en el universo y pudieran transportar materia, entonces estaríamos frente a un sistema de transporte que permitiría viajar mucho más rápido entre dos puntos; un viaje en línea recta como el del gusano a través de la manzana.
También se ha teorizado sobre agujeros que conectan un universo con otro diferente, algo que pone a volar la imaginación con la idea de viajes a universos paralelos.
Muchas de estos conceptos han sido materia prima para la ciencia ficción. Precisamente la demostración de que la teoría de la relatividad general permitía también atravesar agujeros de gusano, fue hecha por el científico Kip Thorne (y uno de sus estudiantes), el creador de la máquina para viajar a través de una red de túneles galácticos en la novela Contacto de Carl Sagan, y más recientemente el padre de Gargantua, el agujero negro de la película Interestelar.
Los agujeros negros (término acuñado también por Wheeler) son de hecho parte esencial en esta historia, porque serían la boca o extremo del agujero de gusano. En teoría, la materia que cae por el agujero negro hasta el agujero de gusano podría llegar al otro extremo solo si se logra impedir que el túnel se derrumbe – necesitando una energía negativa que impida su colapso – con lo cual podría terminar el viaje siendo escupida por un agujero blanco.
¿Serán los agujeros de gusano una simple solución a las ecuaciones de Einstein que no existen en el mundo real, o podremos algún día descubrir que en verdad pueden formar redes como el sistema de túneles del metro de una moderna ciudad?