
En un viaje que parte desde nuestro mundo, un hombre cuyo traje espacial, y a la vez nave, se compone básicamente de frascos llenos de rocío, sobre los cuales los inclementes rayos del Sol actúan produciendo su elevación como si de una nube se tratara, se prepara para conocer el entorno lunar. La fantástica travesía tiene como protagonista a Cyrano de Bergerac, y es parte su novela titulada “Historia cómica de los Estados e Imperios de la Luna”, que refleja las aspiraciones de llegar a la Luna del gran dramaturgo y pensador francés del siglo XVII.
El relato de Cyrano de Bergerac, lo convierte en uno de los precursores de la ciencia ficción, al encarnar a un viajero que parte al encuentro de los selenitas. En una segunda parte se embarca en un viaje aun más desafiante, al Sol. En la bitácora de la aventura, que con el título “El otro mundo” incluye ambas partes, se hace una cuidadosa descripción de las gentes que habitan los astronómicos parajes, con modos de vida muy dispares. Cyrano inventa un mundo con una realidad que llega a ser perturbadora, con la intención de hacer una crítica a la sociedad de la época. Los habitantes de la Luna por ejemplo usan la sombra de su enorme nariz como un reloj de Sol para saber la hora, de manera que los chatos son castrados para evitar que tengan descendencia, lo que da una idea de selección artificial y despotismo.
Cyrano invita al lector a plantearse preguntas sobre el mundo que le rodea y a contemplarlo con una perspectiva diferente, a pensar en la pluralidad de los mundos desde una nueva óptica, con un fuerte componente ético, social y cultural.
Los avances científicos y tecnológicos de la época de Cyrano, fueron claves para empezar a mover los hilos en torno a nuestra concepción del mundo, y de otras realidades. En particular, el microscopio y el telescopio -inventados entre la última década del siglo XVI y la primera del XVII- transformaron la visión del entorno, de lo pequeño a lo grande, del microcosmos al macrocosmos, estableciéndose como el catalizador perfecto para pensar en esa pluralidad; instrumentos ópticos cambiando nuestra óptica sobre la realidad.
Esa primera mitad del siglo XVII fue determinante para abrir la mente a nuevas posibilidades. Mientras en astronomía, el telescopio cambiaba nuestra concepción del universo, revelando por ejemplo, gracias a Galileo, la intrincada topografía lunar y las oscuras estructuras que contenía el Sol – manchas solares – , el holandés Anton van Leeuwenhoek era capaz de describir por primera vez, con su microscopio, bacterias, espermatozoides y glóbulos rojos.
La transformación no fue instantánea, pero poco a poco fue calando en la sociedad, y en su cosmovisión y formas de percibir el mundo.
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