
El interior de nuestro planeta es cómo una gigantesca caja de resonancia, que posibilita la propagación de ondas. Esto ha permitido a los sismólogos estudiar las perturbaciones generadas por fenómenos naturales, como los terremotos, en cualquier punto de la Tierra, las denominadas ondas sísmicas.
Una perturbación en el interior terrestre cambia la presión y hace que el material se comprima y expanda, generando un tipo de ondas sísmicas denominadas P, de ondas primarias, que viajan hasta la superficie y son detectadas con instrumentos que miden los movimientos de la tierra con gran precisión.
En realidad, aunque nunca hayamos sentido que el suelo tiembla bajo nuestros pies, estamos muy acostumbrados a las ondas P, pero a las que se propagan por el aire. Nuestras gargantas son de hecho generadoras de este tipo de ondas P que viajan por el aire a unos 340 metros por segundo. En este caso las conocemos como ondas sonoras, y a través de ellas también recibimos información de la fuente que las emitió, es decir de la la persona que esta hablando y contándonos algo.
A mediados del siglo pasado, se predijo teóricamente que deberían existir también movimientos en la superficie del Sol, y en el verano de 1960 se realizaron las primeras observaciones que lo confirmaron. Desde entonces, tales oscilaciones (ondas acústicas) se han venido estudiando con gran interés, teniendo en cuenta que nos dan información sobre la condiciones en el interior solar, las propiedades el material e incluso la forma cómo rota. El nacimiento de la heliosismología, abría una nueva ventana para investigar el interior del Sol que había permanecido “invisible” hasta entonces.
Con el avance en las técnicas y la instrumentación astronómica, era solo cuestión de tiempo para extender estas investigaciones a otras estrellas. Entrando ya en el nuevo milenio, se pudo confirmar que oscilaciones similares a las del Sol también existen en otras estrellas. Estas vibraciones estelares, que se producen en alguna estrellas mas que en otras, dependen de su estructura, temperatura y movimientos internos del material.
En el 2003 se lanzó al espacio MOST, la primara misión dedicada a la astrosismología, como se denomina la técnica que ahora se usa para estudiar las variaciones de luz de miles de estrellas. Las oscilaciones de las estrellas generan variaciones en su brillo, que se detectan con técnicas bastante comunes en astronomía; la fotometría y la espectroscopía.
Desde entonces varias misiones e investigaciones tienen como objetivo el descifrar la música generada en el interior de las estrellas. Los próximos años nos deparan una exploración sinfónica sin precedentes de nuestro vecindario galáctico.
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