La primera radioastrónoma

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Cuando Ruby recibió esa carta, sabía que podría representar un duro golpe en su carrera científica. En algunas partes se leía: “El procedimiento habitual en el caso de nuestras trabajadoras femeninas es, por supuesto, que sean perfectamente francas y abiertas sobre sus matrimonios y de esa manera nos ayuden a administrar la ley en lo que les afecta a ellas y a nosotros. En esta oficina ciertamente no había conocimiento de su matrimonio …. En conclusión, creo que la forma más sencilla de regularizar todo el asunto sería que nos dijera la fecha de su matrimonio.”

Con esta misiva, la joven que trabajaba para CSIRO, la principal agencia del gobierno australiano responsable de la investigación científica, era avisada por su empleador sobre una situación personal que acababan de descubrir, específicamente la de ser una mujer casada. Ruby había mantenido su estado civil en secreto durante un lustro, sabiendo las consecuencias laborales para las mujeres casadas durante los años cuarenta en Australia, que eran completamente discriminatorias. Por ejemplo, no podían ocupar puestos permanentes en el sector público y solo podían optar a empleos temporales sin perspectivas de futuro. Además, no tenían la posibilidad de optar a mejores posiciones y se les exigía seguir ciertas normas de comportamiento y vestimenta.

Ademas de la profunda discriminación contra las mujeres, la época estaba caracterizada por el nacimiento de la radioastronomía, y la protagonista de esta historia era justamente una de las figuras más destacadas del momento, en plena mitad del siglo XX.

Nacida en 1912, Ruby Payne-Scott mostró desde el colegio un talento para las ciencias, graduandose con honores de física en la Universidad de Sídney en 1933. Abriéndose camino en múltiples ocupaciones, como profesora de ciencias, bibliotecaria, entre otras, encuentra finalmente la oportunidad de su vida en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Durante el conflicto bélico, Ruby es contratada en el famoso centro estatal australiano, que desarrollaba radares defensivos contra posibles ataques japoneses. Ruby se convirtió en una experta en la detección de aeronaves, y su trabajo fue determinante en el desarrollo del conflicto en el Pacífico.

Al finalizar la guerra, su grupo de trabajo se dedicó plenamente a la radioastronomía, enfocándose especialmente en el estudio del sol y su actividad, en relación con las manchas y erupciones solares. En ese momento, el estudio del universo en ondas de radio era prácticamente desconocido. Ruby destacó rápidamente en este campo y, junto con su equipo, implementó la técnica de la interferometría, una innovación crucial para la radioastronomía, con la cual por primera vez calculó la posición y el tamaño angular de una erupción solar. Descubre las erupciones solares de tipo I y III, correspondientes a ráfagas observadas en el espectro de radiofrecuencias, asociadas típicamente son regiones activas del sol y con partículas energéticas emitidas en procesos explosivos en su atmósfera.

En el apogeo de su carrera científica, Ruby recibió la carta que lo cambiaría todo. A raíz de este hecho, inició una lucha para defender los derechos de las investigadoras, pero finalmente perdió su puesto permanente y su pensión. Su carrera se truncó definitivamente en 1951, a los 39 años, justo antes del nacimiento de su hijo. En aquella época no existían ayudas o licencias de maternidad, y Ruby se vio obligada a elegir entre su familia y su investigación. Aunque trabajó como profesora de matemáticas y física hasta mediados de la década de 1970, nunca volvió a la radioastronomía. 

Su lucha y la de muchas otras logró que en 1966 se eliminara la ley australiana que impedía a las mujeres tener puestos permanentes en el sector público. A pesar de los avances logrados desde los tiempos de Ruby, muchas mujeres en la ciencia todavía enfrentan obstáculos y prejuicios.

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