
La mayor invasión naval militar en la historia de la guerra tuvo como aliada a la Luna. Se trata del desembarco de Normandía, una operación anfibia planeada por los Aliados -principalmente Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Francia- en el marco de la Segunda Guerra Mundial, que aconteció el 6 de junio de 1944, y cuyo objetivo principal era liberar el territorio francés ocupado por los nazis.
El conocido como «día D” significó un triunfo para los Aliados, que lograron recuperar territorio y avanzar sobre Francia, poniendo freno a la ocupación y expansión de los alemanes, lo que a la postre representaría el inicio de su declive total y el fin de la guerra.
Una acción de tal trascendencia, tenía que tener una estrategia cuidadosamente planeada para que el enemigo no pudiera prevenir el ataque por mar, y poder llegar a las costas francesas. Probablemente el desembarco no hubiera sido exitoso, sin la influencia de la astronomía en el despliegue de tropas aliadas en las playas de Normandía. En particular, la hora de la salida del Sol y los efectos de la fase lunar en las mareas, jugaron un papel crucial en la exitosa jornada.
Los alemanes habían puesto enormes troncos afilados para desgarrar los cascos de las embarcaciones a su llegada a las costas, muchos de ellos minados. Por ello, la avanzada aliada necesitaba un bajo nivel del agua para poder atacar los obstáculos alemanes que quedaban expuestos, pero una subida del nivel para poder llegar con embarcaciones hasta la costa sin encallar, reduciendo además el espacio de playa que las fuerzas de desembarco tenían que cruzar.
Así las cosas, decidieron que el mejor momento era justo después de la marea baja, cuando comienza rápidamente la etapa de subida del nivel del agua. Con una marea descendente, las tropas habrían quedado atascadas durante 12 horas, poniendo en riesgo la misión. Había una diferencia de casi 6 metros entre la marea baja y alta.
El general Eisenhower, quien dirigía a las tropas aliadas, era consciente también de que la lluvia y el mal tiempo podían cambiar la situación y nivel del mar, por lo cual seleccionó el 6 de junio por las condiciones meteorológicas favorables que se pronosticaban. La fecha escogida inicialmente era en mayo, pero un retraso en los preparativos dilato la invasión a junio, justo antes del final de la primavera, lo que dejaba aún algunos meses, antes del comienzo del mal tiempo, para hacer retroceder al ejercito alemán.
La Luna llena, que salió antes del atardecer del 5 de junio y permaneció en el cielo toda la noche, fue clave para iluminar el camino de las etapas del asalto, que incluyó el despliegue aéreo. Abundante luz de luna a lo largo de toda la tarde y noche, y marea baja cerca del amanecer, serían partícipes de la victoria.
Las estrategias militares de la época se basaban en gran medida en la astronomía, por cuanto muchos coinciden en que gracias a ella, aquellos 156 mil hombres pudieron desembarcar en las playas de la costa norte francesa, cambiando el destino del mundo occidental.