
Conocer el tamaño de los cuerpos celestes ha representado un constante desafío para la humanidad desde tiempos inmemoriales. Entre otros, establecer el diámetro del Sol ocupaba un lugar destacado entre las indagaciones de los más curiosos exploradores de la naturaleza en la antigüedad.
En Grecia, Aristarco de Samos en el siglo III a.C., utilizó un brillante método geométrico para establecer que el diámetro aparente del Sol era la setecientosveinteava parte del círculo completo (360º/720=0.5º).
Algunos años más tarde seria Arquímedes en su obra “El contador de arena”, una de las primeras publicaciones científicas de la historia, quien establece que el diámetro del astro rey visto desde la Tierra es mayor que 1/200 de un ángulo recto, pero menor de 1/164. Estos cálculos se mantuvieron por muchos siglos, hasta que el astrónomo árabe Ibn-al-Shatir en el siglo XIV trabaja en el asunto y tiene en cuenta que el diámetro que observamos del Sol cambia dependiendo del apogeo y el perigeo, los momentos de menor y mayor aproximación entre la Tierra y el Sol, respectivamente.
Más tarde, los mas reconocidos astrónomos se interesaron por hacer la medición; Copérnico y Kepler lograron obtener valores, aunque en todos los casos alejados hasta un 6% del que hoy conocemos. Serian un par de astrónomos franceses, Gabriel Mouton y Jean Picard, en el siglo XVII, los que obtuvieron un gran cálculo de la medición con una precisión de un 0.8%. Picard había diseñado un micrómetro para hacer la tarea de forma certera, siendo el primero en dar una medida exacta del radio de la Tierra, lo cual muestra sus habilidades a la hora de medir cuerpos celestes en general.
Desde entonces, la medida siguió refinándose con ayuda de telescopios cada vez más potentes, ubicados inicialmente sobre la superficie terrestre y luego desde el espacio. Las observaciones desde fuera de nuestro planeta, al no estar influenciadas por la atmósfera terrestre que actúa distorsionando las imágenes, son las que han dado las mejores medidas, pudiendo incluso determinar que el Sol no es una esfera perfecta – debido a su rotación tiene un ligero achatamiento en los polos – aunque esta muy cerca de serlo.
Si el Sol fuera una gran pelota de playa, con un diámetro de un metro, la diferencia entre su diámetro ecuatorial y su diámetro polar (que va del polo norte al polo sur de la estrella) seria menor que el grosor de un cabello humano. Podríamos decir que el Sol, cuyo diámetro es de 1.390.940 kilómetros (109 veces el diámetro de la Tierra), es uno de los objetos más redondos que hayamos encontrado, y que, dada la distancia a la que se encuentra de nuestro planeta, lo vemos en el cielo cubriendo un tamaño angular de 0.53º.