En ocasiones veo manchas en el Sol

Desde que el mundo es mundo, el Sol ha sido un objeto esencial para nuestro planeta y un notable protagonista en incontables historias que han rodeado la vida de los seres humanos.  

Durante milenios se consideraba al astro rey como sinónimo de perfección, siendo Aristóteles uno de los mas aclamados defensores de esta idea.  Dentro del pensamiento aristotélico, que se extendió durante siglos, el Sol era impoluto, no podía tener manchas ni nada que perturbara su excelsa homogeneidad. Y sí, en algún momento, parecía que las tenia, entonces debía ser consecuencia del paso del algún planeta frente al disco solar.

Observar al Sol a simple vista, era sin embargo toda una odisea, dado su intenso brillo. Se aprovechaban ocasiones en que las nubes o el polvo en la atmósfera actuaban como un filtro bloqueando parte de su luz, y especialmente las horas en que nuestra estrella se encontraba cerca al horizonte, donde parecía perder vigor. Observaciones solares se reportan en escritos antiguos, principalmente de civilizaciones orientales, que incluso describieron manchas en el Sol. En una narración en China, del 10 de enero de 375 d.C., se describe una mancha negra tan grande como un huevo de gallina, dentro del Sol, y generalmente se asociaban a cataclismos que tendrían lugar en la Tierra.

Aunque posteriormente se encuentran mas de un centenar de testimonios principalmente en China, Japón y Corea, y solo algunos pocos en Occidente – donde resalta un espectacular dibujo con dos enormes manchas en el disco solar realizado por el monje inglés John de Worcester en 1128 – no es hasta el siglo XVII cuando las manchas solares empiezan a tener un especial interés, y a detallarse mucho mejor con ayuda del telescopio. Se estima que de cada 100 manchas del Sol solo una alcanza un tamaño suficiente para ser vista sin ayuda de telescopio. 

Es ampliamente conocido el trabajo de Galileo, un verdadero perseguidor de las cicatrices del Sol, quien registro durante varios días su evolución, concluyendo que tales estructuras se movían con el astro. Sin embargo, antes de Galileo, el astrónomo Johannes Fabricius y su padre fueron los primeros en publicar sus observaciones solares el 13 de junio de 1611.  Junto a ellos, el jesuita Christoph Scheiner fue otro de los que entre 1611 y 1612 se atribuyeron el descubrimiento de las manchas solares. Hoy sabemos que el honor no fue de ninguno de ellos, y corresponde a Thomas Harriot. Este apasionado por la óptica adquirió un pequeño telescopio que apuntó hacia del Sol el 3 de diciembre de 1610, viendo tres manchas negras que registró en sendos dibujos. Después de una pausa de un año, retomó sus observaciones solares, haciéndolo por varios meses, lo que le generó problemas oculares y fuertes dolores de cabeza. Harriot nunca publicó sus observaciones y sus manuscritos fueron encontrados tan solo dos siglos después.

Desde aquellas primeras observaciones por telescopio, las manchas solares han sido una obsesión para los científicos. Hoy sabemos que son producidas por intensos campos magnéticos que salen de la estrella y que son evidencia del ciclo de actividad del Sol, relacionado con fenómenos explosivos en su atmósfera, pero aun quedan muchos interrogantes por resolver en torno a ellas.

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