La aventura del conocimiento nos ha permitido a los humanos construir un camino para avanzar en el entendimiento de la naturaleza que nos rodea, desde el mundo microscópico al universo macroscópico, y de los procesos que en ellos ocurren. Esa exitosa experiencia nos lleva a encontrar leyes que constituyen herramientas poderosas para explicar la realidad, pero a su vez transforma profundamente la vida de nuestras sociedades con desarrollos tecnológicos y aplicaciones por doquier.
Por un lado tenemos entonces a la denominada ciencia fundamental o básica, que enriquece el conocimiento de la naturaleza, y por otro a la ciencia aplicada que promueve las investigaciones que dan solución a necesidades de la sociedad , generan tecnología y crean productos.
La primera se hace sin un aparente beneficio directo para la humanidad y utilidad práctica, esencialmente porque es interesante y despierta nuestra curiosidad como seres racionales. La segunda está basada en aportes que benefician al ser humano y su relacionamiento con el entorno – diagnosticar y curar enfermedades, avances en la industria, mejorar el transporte, la alimentación y diversos aspectos que nos afectan en el día a día.
Pese a que las investigaciones básicas y las aplicadas tienen diferentes focos de acción, sus metodologías son muy similares pues están basadas en el método científico, y ambas son igualmente necesarias. La experiencia ha demostrado que la ciencia básica tarde temprano da lugar a la generación de aplicaciones, y es prácticamente imposible encontrar algún desarrollo tecnológico que no haya surgido como resultado de ella.
Sin ir muy lejos, Albert Einstein, reconocido como el personaje más destacado del siglo XX, realizó trabajos fundamentales que después de varias décadas fueron indispensables para el desarrollo del láser, los computadores, tecnología GPS, paneles solares, las cámaras digitales, el microondas, y una larga lista de aplicaciones.
Sin embargo algo preocupante parece estar sucediendo. El apoyo a la ciencia básica es cada vez menor, cuando debería reforzarse puesto que representa las bases fundamentales para que todo lo demás pueda surgir, son los cimientos que mantienen firme la estructura científica y que posibilitan la innovación. Además propicia el desarrollo de la potencialidad creativa de los jóvenes, y les permiten adquirir un conocimiento de las vías para tener un razonamiento lógico más vigoroso, eficiente y certero.
Sin la ciencia básica, la ciencia aplicada se estanca.
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