Algunas situaciones como las que imaginó el científico y escritor Arthur C. Clarke en su novela 2001: Odisea del Espacio están cada vez más cerca de la realidad. Uno de los principales protagonistas de este relato futurista escrito en 1968 es sin duda el supercomputador HAL 9000 a bordo de la nave Discovery, que controla todos sus sistemas.
Con mecanismos de inteligencia artificial, HAL 9000 mostraba capacidades de reconocimiento facial y de voz, interpretación de emociones y razonamiento, que lo llevan incluso a convertirse en un villano al amenazar la vida de los tripulantes de la nave mientras defiende su propia supervivencia.
Los astronautas en la actualidad no se enfrentan a esta circunstancia extrema, pero los computadores cada vez son más sofisticados y les ayudan en diversas situaciones durante las misiones espaciales. El nivel de informatización de las naves se incrementa constantemente.
En la Estación Espacial Internacional cada astronauta tiene un computador portátil y puede conectarse a diversos sistemas de la nave, además de disponer de internet para navegar en la red y comunicarse con sus familiares en la Tierra. Hace seis meses, un cohete de la compañía Space X despachaba un pedido de casi 60 kilogramos de peso a este habitáculo espacial. Se trataba del “Spaceborne Computer”, el computador más poderoso en el espacio, desarrollado por Nasa y Hewlett Packard, con sistema operativo Red Hat Linux, que estará durante un año en pruebas en un intento de usar componentes disponibles en el mercado general y evaluar su funcionamiento,.
Lo anterior debido a que uno de los mayores inconvenientes para los sistemas tecnológicos reside en el ambiente hostil que hay allí afuera, con altísimos niveles de radiación. Partículas altamente energéticas – como los rayos cósmicos – pueden impactar los circuitos integrados y generar errores fatales para los sistemas de control y navegación.
La capacidad de procesamiento de estos computadores y el desarrollo de algoritmos avanzados serían cruciales para las futuras misiones de exploración. La inteligencia artificial nos permitirá llegar aun más lejos y adentrarnos en el espacio profundo.
Hasta el momento se destacan algunas misiones de exploración marciana que enviaron los robots Spirit y Opportunity en el 2003 al planeta rojo, o los trabajos del Curiosity en el 2012 que seleccionó los elementos que consideraba más interesante para tomar imágenes de su superficie.
Justamente el “Spaceborne Computer” probará la eficacia del sistema y sus alteraciones en el año de prueba, que servirán para evaluar un eventual viaje tripulado a Marte en donde la vida de los astronautas dependerá en gran medida de lo robusto que pueda ser el sistema de control bajo los efectos de la radiación.
Y en cuando a las misiones no tripuladas, el funcionamiento de las sondas será completamente autónomo, y los comandos humanos pasarán a la historia, algo que disminuirá los riesgos y aumentará el ritmo de recolección de datos y las posibilidades de nuevos y fascinantes descubrimientos en lugares cada vez más recónditos.