No solo los fanáticos del arte, las ciencias y la historia visitan los museos y disfrutan viendo colecciones que siempre han soñado admirar en persona. Los museos son lugares en donde todos podemos transportarnos a diferentes tiempos y lugares y vivir una experiencia, que como muy pocas, nos da una visión sobre nuestra andadura por el mundo como seres humanos, desde múltiples perspectivas, ofreciéndonos una mirada al pasado, presente y hasta del futuro.
Los museos más famosos del mundo son visitas obligadas para turistas que llegan en abundancia, como los cerca de 10 millones que cada año visitan el Museo del Louvre en Paris.
Su evolución ha sido notoria a través de la historia, desde su nacimiento a partir de la recogida y conservación de objetos valiosos, ya fuera con fines científicos, de contemplación o como símbolo de poder, hasta su diversificación y especialización con un gran número de estos recintos a lo largo y ancho del planeta – los norteamericanos pueden acceder a más de 17.000 museos.
Su nombre proviene del templo de las musas, el lugar que solían frecuentar las nueve musas que se relacionaban con diversas ramas del arte y el conocimiento en la mitología griega, pero es en el Renacimiento cuando el nombre de museo adquiere el significado con el que lo asociamos hoy en día.
En Colombia, el primer museo abre sus puertas al público el 4 de julio de 1824. Se trata del Museo Nacional, que Francisco de Paula Santander declara oficialmente creado; un lugar emblemático que recopila la historia del país y hoy cuenta con más de 20.000 objetos. Sus comienzos tuvieron una relación muy estrecha con la ciencia. La primera pieza de su colección fue un objeto de fuera de este mundo, literalmente proveniente del espacio exterior.
De casi 700 kilogramos, el aerolito o meteorito fue encontrado en una colina por una mujer boyacense, en el municipio de Santa Rosa de Viterbo en el año 1810, luego de una “lluvia de fuego” en palabras de la joven campesina. De su tipo metálico existían muy pocas muestras en el mundo y la mayoría eran muy pequeñas. En 1823 dos científicos extranjeros lo adquieren en su camino a Bogotá, para establecer el Museo Nacional, convirtiéndose así en su primera pieza, pero por dificultades en el transporte tuvo que permanecer expuesto en un pedestal en la plaza del pueblo durante casi un siglo.
Luego de una serie de aventuras, que incluyen el frustrado “robo” del meteorito, fue finalmente cortado en varios pedazos, algunos de los cuales son expuestos museos alrededor del mundo, como el de 100 kilogramos del Museo de Historia Natural en Chicago, o los del Museo de Historia Natural de Denver, la Universidad de Harvard, y el Museo Británico entre otros.
En Colombia se puede visitar el pedazo más grande en el Museo Nacional donde finalmente pudo reposar para el deleite de los curiosos visitantes.