Corría la última década del siglo XIX y un niño peruano soñaba con viajar al espacio. Nacido en la ciudad de Arequipa, el pequeño Pedro Paulet se dedicaba horas a contemplar la Luna y a imaginar cómo sería viajar a ese remoto lugar.
Había encontrado una gran fuente de inspiración en la famosa obra de Julio Verne “De la Tierra a la Luna”, y de esta forma Paulet, apasionado por la ciencia, comienza a trabajar en el diseño de su propia nave espacial.
Sería en París mientras cursa estudios de Ingeniería y Arquitectura, en donde inicia el desarrollo de una forma de propulsión que hiciera posible impulsar un cohete a grandes velocidades. Pese a su origen humilde y las escasas posibilidades de pagar sus estudios, había llegado a la capital francesa becado por el gobierno peruano para estudiar en la prestigiosa Universidad La Sorbona.
En el año 1927 un grupo de destacados científicos crearon la Sociedad Astronáutica Alemana y expresaron su interés de diseñar un motor de combustible líquido para poder viajar en un cohete al espacio exterior. Para sorpresa de muchos, unos meses después se enteraban que hacía tres décadas Paulet había diseñado una nave espacial con los motores que justamente los alemanes estaban planeando diseñar.
El versátil inventor del sur andino del Perú, fue de hecho el precursor de los diseños del Apolo 11, que llevó a los primeros seres humanos a la Luna. Así lo reconoció el mismísimo Wernher von Braun, padre del programa espacial norteamericano y quien trabajara inicialmente para el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Precisamente la llegada al poder de Hitler había despertado el interés por la cohetería para el desarrollo de misiles, y por ende de apropiarse del invento de Paulet. Los diseñadores alemanes, en cabeza de Von Braun, imitaron el diseño de su motor para poder lanzar los temidos cohetes V2 que, con cerca de 3000 unidades, sembraron el pánico en Europa.
Paulet no vivió para ver el Saturno V, cohete sucesor de los V2, que materializó el sueño de la llegada a la Luna, muriendo 24 años antes de que este gran logro para la humanidad pudiera convertirse en una realidad en 1969.
Tras más de 60 años de la conquista del espacio con el lanzamiento del primer satélite artificial, el Sputnik 1, y los 50 años de la llegada del ser humano a la Luna, es importante recordar que no solo las grandes potencias fueron las protagonistas, y que los aportes de un casi desconocido soñador y científico latinoamericano fueron trascendentales para la historia de la era espacial.