El maniquí de madera que marcó el comienzo de la revolución informática

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En el mundo moderno estamos rodeados de tecnología, y el uso de computadores o celulares con extraordinarias capacidades de procesamiento ya no sorprende a casi nadie.

Algo muy diferente sucedía hace un par de siglos en la época de Charles Babbage, considerado como el bisabuelo de la computación. Diseñar e implementar una máquina capaz de realizar cálculos y de ejecutar programas se convirtió en una obsesión para este matemático y aficionado al ajedrez.

En 1822 salen a la luz sus primeras ideas y comienza a trabajar en la fabricación de una calculadora mecánica, cuyo diseño contenía cerca de 25 mil piezas y pesaba varias toneladas, pero que nunca llegaría a terminar.

Babbage sueña también con crear una máquina autómata que fuera capaz de jugar un juego de nivel intelectual, justamente como el ajedrez. Esta suerte de reto posiblemente vino a su mente después de perder una partida de ajedrez contra “El Turco”, un maniquí de madera que se convertía en la sensación y era exhibido por todo el mundo.

El Turco hizo su debut en Viena en 1770, en la corte de los Habsburgo, cuando fue presentado por el inventor Wolfgang von Kempelen. Consistía en un maniquí con túnica y turbante sentado frente a una mesa o cajón que parecía contender un complicado sistema mecánico en su interior, y sobre la cual reposaba un tablero de ajedrez. Los contrincantes eran desafiados para jugar una partida contra el supuesto autómata y veían como El Turco movía las fichas con su brazo mecánico que recorría el tablero para realizar jugadas magistrales.

Destacadas personalidades como Benjamín Franklin sucumbieron ante El Turco. Incluso Napoleón Bonaparte pudo ver en 1809 como perdía la batalla cuando El Turco tiraba las piezas del tablero luego de una jugada ilegal del temido emperador francés.

Durante varias décadas el funcionamiento del extraño jugador seguía siendo un misterio, hasta que después de pasar por varios propietarios se quemó en un incendio 85 años después de su construcción.  Pero el secreto no se pudo guardar para siempre, y detrás de El Turco había un ser humano, un buen jugador de ajedrez que podría esconderse habilidosamente en la máquina. Hasta 15 jugadores pudieron haber pasado por el encierro en el cajón de madera.

Babbage seguramente siempre tuvo claro que era un simple truco de magia, pero El Turco le sirvió para preguntarse e inspirarse sobre el tipo de autómata que pudiera jugar ajedrez, diseñando su máquina analítica, con los principios esenciales de una computadora moderna.

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