Explicar cuáles fueron las condiciones del surgimiento de seres vivos, sigue siendo un desafío
Hay interrogantes que involucran a todos los que habitamos este planeta. Tal vez uno de los más importantes es el que tiene que ver con la forma como brotó la vida en la Tierra. Poder explicar cuáles fueron las condiciones precisas que hicieron posible el surgimiento de seres vivos, sigue siendo un desafío de la investigación científica actual.
Sabemos que esas condiciones dependen en gran medida de la estrella progenitora de nuestro Sistema Solar, el Sol.
Hablamos, por ejemplo, de la llamada ‘zona de habitabilidad’, que representa esa región alrededor de la estrella en donde, en principio, un planeta podría, dada la temperatura del entorno, albergar agua en estado líquido. Este concepto, que ya había sido mencionado en 1853 por el científico William Whewell, es hoy parte esencial de los estudios en sistemas planetarios extrasolares.
La premisa es simple: si hay agua líquida, la probabilidad de que hubiera podido desarrollarse vida es mayor, teniendo en cuenta que casi toda la vida que conocemos en la Tierra requiere de un medio acuoso. Sin embargo, no hay que descartar que esto no sea así, como nos lo demuestran los extremófilos, esos microorganismos que viven en condiciones muy extremas, como los ambientes con arsénico.
Ahora bien, el Sol no ha sido siempre igual. Hace unos 4.000 millones de años su brillo era considerablemente menor, con lo cual la cantidad de radiación que llegaba y calentaba a la Tierra tendría que haber sido también pequeña. Aparentemente, este escenario implicaría que, al contrario de las evidencias geológica y paleontológica, el planeta primitivo fue algo más parecido a una bola de hielo, y no el lugar templado donde el agua líquida pudo ser el medio idóneo para el florecimiento de seres vivos.
La paradoja del Sol joven y débil, como ha sido llamada, planteada por los astrónomos Carl Sagan y George Mullen hace 44 años, ha tratado de resolverse a partir de gases de efecto invernadero en la atmósfera terrestre, que eran capaces de mantener el calor.
Ahora un nuevo estudio, basado en datos del telescopio espacial Kepler, que ha encontrado gran actividad en las estrellas jóvenes, sugiere que el antiguo Sol tendría intensas tormentas solares (fulguraciones) y liberación de radiación y material que llegaba a la Tierra, generando cambios en la composición de la atmósfera terrestre que posibilitaron la generación de estos gases invernadero y, por tanto, contribuyeron al calentamiento del planeta.
Entender estos procesos, además de darnos las claves del origen de los seres vivos en la Tierra, será esencial para saber qué clase de estrellas y de planetas en otros lugares del universo pueden ser aptos para la vida.
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