Entre luces y sombras

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La primavera en Bohemia es maravillosa.  Esta región histórica y cultural de la República Checa, era el lugar donde Johannes Evangelista Purkinje disfrutaba sus mañanas con sendos paseos por los campos florecidos a unos 60 kilómetros al noroeste de Praga. La observación del amanecer entre rosas, lirios y lavandas, era el escenario perfecto para los momentos de meditación del joven que años más tarde se convertiría en el eminente fisiólogo descubridor de las glándulas sudorípara y quien introdujera el término plasma sanguíneo, entre muchos otros hallazgos.

Purkinje se percató que al amanecer los tonos rojizos de las flores se tornaban oscuros, casi grises, mientras que durante las tardes soleadas lucían un rojo brillante. Con gran curiosidad se cuestionó por qué el color rojo se tornaba más oscuro en la penumbra, mientras que el verde de las hojas seguía siendo visible, y no parecía desvanecerse durante las primeras horas del amanecer cuando el Sol se abría camino en el cielo.

Esto lo llevó a plantear que el ojo humano no funciona mediante un solo sistema de percepción del color, sino a través de dos: uno adaptado para condiciones de iluminación intensa y otro para momentos de crepúsculo y amanecer, y por tanto, el grado de iluminación tenía una gran influencia en la forma de percibir los colores. El fenómeno se conoce ahora como efecto Purkinje y no puede captarse con cámaras, ya que es el resultado de la forma en que los ojos humanos interpretan la luz.

La adaptación a la oscuridad es un proceso fisiológico mediante el cual los ojos ajustan su sensibilidad visual para funcionar mejor en condiciones de baja iluminación, mediante la acción de dos tipos de células fotosensibles en la retina: los conos y los bastones. Los primeros son  responsables de la visión en condiciones de luz brillante y son especialmente sensibles al color.  Por su parte, los bastones se activan en condiciones de baja iluminación y son esenciales para la visión en la oscuridad, concentrándose principalmente en la periferia de la retina. La dilatación de la pupila y el aumento en la síntesis de rodopsina, un pigmento fotosensible en los bastones, también contribuyen a este proceso de adaptación. 

El efecto Purkinje ocurre en la transición entre el uso de conos a bastones, es decir que, a medida que la intensidad de luz se atenúa, los bastones toman el relevo y, antes de que el color desaparezca completamente, se desplaza hacia la mayor sensibilidad de los bastones, que tienen un máximo de sensibilidad en el azul y verde.

Cuando la atenuación de la luz es más drástica, como la que ocurre durante un eclipse solar, cuando se pasa de día a noche en un intervalo corto de tiempo, el efecto Purkinje se vuelve especialmente evidente. Por este motivo, muchas personas aprovechan los eclipses solares, como el ocurrido hace pocas horas en Norteamérica, para buscar en el armario una vestimenta más propia de la época navideña, con llamativos rojos y verdes, y salir a disfrutar del espectacular fenómeno astronómico. Durante el eclipse, estas personas podrán apreciar como la percepción de los colores cambia tal y como lo descubrió Purkinje dos siglos atrás.

Para los que acostumbran a observar el cielo nocturno, el uso de iluminación roja es algo bastante común. La luz roja permite ver instrumentos y mapas, pero al mismo tiempo mantener la adaptación a la oscuridad para poder disfrutar del cielo estrellado. Los conos, sensibles a la luz roja, pueden proporcionar la visión nítida necesaria para leer, mientras que los bastones, responsables de la visión en condiciones de poca luz, permanecen adaptados a la oscuridad para captar el débil brillo de los astros.

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