
Los que estrenaron sus primeros computadores personales por allá en la década de los 90, tal vez recordarán algunos de los protectores de pantalla que sorprendían con diseños divertidos y entretenidos. Para entonces, los también llamados salvapantallas, habían evolucionado considerablemente, desde el primero que simplemente mostraba una pantalla en negro y fuera creado en 1983.
El que mas recuerdo es sin duda aquel que aprovechaba los recursos de la máquina, cuando no se encontraba en uso, para realizar una loable labor, la búsqueda de señales de vida inteligente fuera de nuestro planeta. La idea, parte del proyecto denominado SETI@home, me parecía fascinante y pensaba en las consecuencias de que alguna de las millones de personas, y sus diligentes computadores, pudieran encontrar una señal de comunicación interplanetaria.
El equipo creador de esta iniciativa, con sede en el laboratorio de ciencias espaciales de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos), había visto una oportunidad única para poder analizar de manera eficiente la ingente cantidad de datos que estaban recibiendo desde el famoso radiotelescopio de Arecibo en Puerto Rico. La antena parabólica de 305 metros de diámetro enclavada en la montaña, y con una plataforma de instrumentos de 900 toneladas suspendida a 137 metros de altura, captaba señales de radiofrecuencias provenientes del espacio exterior.
La misión era escudriñar todas esas señales buscando algún patrón que diera indicios de apuntar a un “mensaje” enviado por alguna civilización inteligente. Para ello, las señales procedentes del espacio eran previamente procesadas y distribuidas en pequeños paquetes, que posteriormente se enviaban por internet a toda la red, es decir a todos los computadores personales que se vinculaban.
Parte de la inspiración provenía de las ideas del astrónomo Frank Drake, recientemente fallecido a los 92 años, y quien desde mediados del siglo pasado fuera una de las voces mas reconocidas de los esfuerzos por “escuchar” esos posibles mensajes. Drake, quien se convirtió en uno de los referentes del programa SETI, era un dedicado radioastrónomo; había hecho el primer mapa en radio del centro de la Vía Láctea y descubierto intensos cinturones de radiación alrededor de Júpiter, análogos a los cinturones de Van Allen en la Tierra.
SETI ha perdido a uno de sus más destacados personajes, en un momento en el cual el proyecto de computación distribuida SETI@home se encuentra en pausa indefinida, desde el 31 de marzo de 2020. A finales de ese mismo año se rompió uno de los cables que formaba parte de la estructura de soporte del radiotelescopio de Arecibo, haciendo que la estructura colapsara y marcara el fin de toda una época.
Más allá de intentar buscar vida extraterrestre con el apoyo de los terrícolas, la puerta que abrió el proyecto al uso y desarrollo de algoritmos computacionalmente intensivos, fue colosal. Es reconocido como el más grande proceso de computación en la historia, habiendo registrado mas de 2 millones de años de tiempo de cálculo agregado, y fue el catalizador para muchos otros proyectos del mismo estilo, que hoy son base fundamental de la llamada ciencia ciudadana.