
El turismo, uno de los sectores más afectados por la pandemia, empieza a reactivarse poco a poco. Ciudades como Nueva York, que perdió cerca de 50 millones de turistas en el 2020, esperan ir recuperando la normalidad, al igual que innumerables sitios a lo largo y ancho del planeta. La reactivación del turismo viene acompañada de un nuevo impulso a una oferta que supera todas las fronteras posibles, la que permite aventurarse a conocer el espacio exterior.
Aunque hablar de turismo espacial pueda sonar a ciencia ficción, lo cierto es que desde hace ya 20 años los viajes de turistas más allá de la denominada línea de von Kármán, que marca la frontera invisible entre el final de la atmósfera y el inicio del espacio exterior, ubicada a unos 100 kilómetros de altura sobre el nivel del mar, son una realidad. El 30 de abril de 2001, el millonario norteamericano Dennis Tito se convirtió en el primer turista espacial de la historia, desembarcando en la Estación Espacial Internacional transportado por un cohete ruso Soyuz, para realizar su increíble hazaña de una semana con la prodigiosa vista de nuestro planeta desde 400 kilómetros de altura. En la actualidad, Tito, con casi 80 años, reconoce que aquella ha sido la mejor experiencia de su vida, aunque darse el gustico de orbitar 128 veces el planeta, le representaron desembolsarse en su momento de unos 20 millones de dólares.
Los vuelos espaciales comerciales empezaron a planearse desde finales del milenio pasado. La empresa Space Adventures, fundada en 1998 en Virginia, Estados Unidos, fue la primera que consiguió poner en el espacio a un ciudadano de a pie con el suficiente interés y dinero, precisamente el ahora célebre Dennis Tito. “Los lápices empezaron a flotar en el aire y pude ver la negrura del espacio y la curvatura de la Tierra” recordaba Tito hace poco al celebrar dos décadas del histórico viaje.
Solamente un puñado de personas han seguido los pasos de Tito. En la primera década del nuevo milenio, 7 clientes habían disfrutado de las aventuras espaciales orbitales, incluyendo a Charles Simonyi, co-fundador de Microsoft, quien además es el único turista que ha viajado dos veces al espacio, en 2007 y 2009. El séptimo viajero, otro multimillonario, fue Guy Laliberté, fundador del famoso Circo del Sol, quien será ademas recordado por ser el primer turista espacial canadiense de la historia. Aquella imagen del empresario circense colocándose una nariz roja de payaso justo después de volver a poner sus pies sobre tierra firme el 11 de octubre de 2009, se convertía en la última que hemos visto de un turista espacial tras culminar su singular excursión.
A la fecha, Space Adventures se adjudica todos los viajes exitosos de turistas espaciales, aunque no hubieran podido lograrlo sin la ayuda de Roscomos, la agencia espacial rusa. Mientras que la NASA en Estados Unidos siempre se había opuesto a la idea de enviar civiles al espacio, los rusos encontraron en la posibilidad de vender asientos en sus naves Soyuz, la mejor forma para ayudar a financiar su programa espacial, que después de la disolución de la Unión Soviética en 1991 no estaba pasando por su mejor momento.
La situación dio un giró inesperado cuando la NASA anunció el final de su exitoso sistema de transporte espacial. El popularmente conocido como transbordador espacial había representado, desde su primera misión en 1981, el primer sistema de transporte parcialmente reutilizable del mundo. Después de 134 misiones exitosas, 5 naves de la flota de orbitadores (Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endeavour) y dos nefastos accidentes en donde perdieron la vida un total de 14 astronautas (Challenger en 1985 y Columbia en 2003), despegaba la última misión desde Cabo Cañaveral el 8 de julio de 2011 rumbo a la Estación Espacial Internacional (EEI).
Aquella fue la última vez que la NASA tuvo completa autonomía para enviar astronautas al espacio, y no vieron otra alternativa que comenzar a comprar a Rusia asientos en las Soyuz, para poder realizar esta tarea y darle continuidad al relevo de tripulaciones en la EEI. Llegaba así para Roscosmos una opción impensable, y hasta irónica, tan solo unas décadas atrás en plena carrera espacial, vender tiquetes para ir al espacio a los reyes del capitalismo. Para Space Adventures las noticias no eran tan buenas; ahora los cupos de Roscosmos para los viajes orbitales estarían reservados a la NASA, lo cual significaba el fin de una buena racha de viajes turísticos al espacio.
Durante casi una década las cosas no cambiaron substancialmente, hasta el vuelo de la astronauta Kate Rubins el pasado 14 de octubre de 2020, el último lanzamiento de Soyuz con un astronauta estadounidense a bordo. Este último tiquete que le pagaron a los rusos le ha salido caro a la NASA, algo mas de 90 millones de dólares por el asiento de Rubins, pero significa el comienzo de una nueva era para la agencia estadounidense, que ahora monta a sus astronautas en la nave Crew Dragon de la compañía Space X. La empresa fundada en el 2002 por el multimillonario Elon Musk, se ha convertido en la gran protagonista en la nueva generación de vuelos al espacio, no solo por su capacidad para proveer servicios a las agencias espaciales, sino también incorporándose al negocio del turismo espacial.
Tan solo un par de meses antes de que Space X realizara su primer vuelo espacial tripulado, con dos astronautas de la NASA en la expedición 63 rumbo a la EEI en mayo del año pasado, se firmaba un acuerdo con Space Adventures para poner en órbita a turistas espaciales en las cápsulas Crew Dragon, diseñada para poder transportar hasta 7 personas.
Este año Space X anunciaba en su cuenta de twitter el primer vuelo “totalmente comercial” al espacio, el de la misión Inspiration4. Para final de año esperan llevar a cabo esta misión en la cual cuatro civiles – astronautas comerciales- ascenderán al espacio en el cohete Falcón 9 y orbitarán la Tierra durante varios días a bordo de la cápsula Dragon. Uno de ellos, el que puso el dinero para comprar el vuelo orbital, es Jared Isaacman. Dueño de una compañia de pagos y co-fundador de otra que entrena a pilotos para las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, Isaacman ha comprado 4 asientos en oferta, a 50 millones de dólares cada uno. Entre sus acompañantes estará Hayley Arceneaux, una superviviente de cáncer y asistente médico en el hospital infantil St. Jude de Tennessee, quien se convertirá en la estadounidense mas joven en viajar al espacio y la primera persona con una prótesis.
El concepto de turismo espacial está animando a ofertantes y compradores. “Me entusiasma la idea de que muchas más personas puedan vivir la experiencia de estar en el espacio y, con suerte, traer de vuelta a la Tierra un nuevo sentido de su relación con nuestro planeta”, decía hace poco Jeffrey A. Hoffman, ex-astronauta de la NASA que trabaja actualmente en el Departamento de Aeronáutica y Astronáutica del MIT.
Sumado a las empresas ampliamente conocidas, nuevas iniciativas empiezan a consolidarse. Recientemente se anunció el lanzamiento de EOS-X Space, compañía española de turismo espacial que planea llevar a 10.000 personas a la frontera del espacio durante esta década, desde su primer vuelo en el 2023. Para ello utilizará una cápsula presurizada que ascenderá en un globo hasta 40 kilómetros de altura, lo que en realidad no supone un viaje propiamente al espacio exterior pero permitirá disfrutar a sus clientes ver la curvatura del planeta Tierra y la oscuridad del espacio exterior sin necesidad de una preparación física exigente, por cuanto ni siquiera tendrán que usar un traje espacial.
Y, si a este tipo de vuelos suborbitales – que no alcanzan a superar la barrera del espacio exterior – nos referimos, tenemos que resaltar las noticias de esto últimos días. Por una parte Jeff Bezos, el dueño de Amazon, logro un vuelo exitoso en el primer lanzamiento tripulado de su cohete a bordo de la cápsula New Shepard, nombre que hace honor a Alan Shepard quien el 5 de mayo de 1961 se convertía en el primer norteamericano en viajar al espacio, menos de un mes después de que el cosmonauta soviético Yuri Gagarin lo lograra por primera vez. Para Bezos, el pasado 20 de julio cuando se conmemoraban los 52 años de la llegada de seres humanos a la Luna, será un día difícil de olvidar; será el día en que su compañía Blue Origin dio el paso más importante en el negocio del turismo espacial con un vuelo de tan solo 11 minutos. Los ojos del mundo estuvieron también puestos en Wally Funk, una de los tres tripulantes que lo acompañaron, y la persona que más tiempo habia esperado para viajar al espacio. Funk fue parte a comienzos de la década de 1960 del programa Mercury 13 de NASA, donde 13 mujeres se preparaban para viajar al espacio, pero ni a ella ni a ninguna de sus compañeras se les permitió convertirse en astronautas y hacer realidad su sueño. Ahora Funk de 83 años se convierte en persona de mayor edad en llegar al espacio, rompiendo el record que ostentaba John Glenn, quien lo hizo con 77 años, irónicamente, uno de los que mas se opuso a que las mujeres del Mercury 13 fueran al espacio hace 60 años.
La “guerra” en el turismo espacial enfrento este mes a Bezos con Richard Brandson, el excéntrico personaje detrás de Virgin Galactic, recientemente aprobada por la Administración Federal de Aviación de EEUU como operador de vuelos comerciales al espacio, siendo la primera compañía en obtener dicha licencia Más de 600 personas ya han adquirido el tiquete de 250 mil dólares para disfrutar del viaje en la aeronave espacial SpaceShipTwo Unity. Pero antes de que sus clientes puedan cumplir su sueño, el propio Branson, junto a 2 pilotos y otros 3 tripulantes, viajo muy cerca del límite del espacio – hasta los 90 kilómetros de altura – el pasado domingo 11 de julio para evaluar la experiencia de astronauta privado, adelantándose pocos días al vuelo de su rival Bezos y robándole algo de protagonismo.
Mientras esperamos ansiosamente los resultados de estos viajes, otros trabajan en la primera misión civil privada a la Luna. Space X tiene previsto realizar un vuelo orbital a la Luna en el 2023 tripulado por el magnate japonés Yusaku Maezawa, quien compró todos los tiquetes para que lo acompañen 8 pasajeros, los cuales espera seleccionar mediante una convocatoria abierta.
Roscosmos, por su parte, está buscando otra vez formas para comercializar sus viajes en las Soyuz. Se sabe que esta colaborando nuevamente con Space Adventures para ofrecer en el 2023 un viaje turístico a la EEI que incluya un paseo espacial, es decir poder flotar libremente en el espacio fuera de la nave. Sin embargo, la opción mas llamativa, sobre la cual ya se esta hablando, es que Rusia puede tener una estación orbital propia para la segunda mitad de esta década, que le permitirá tener más control sobre su oferta de turismo espacial.
El futuro vendrá acompañado de muchos mas proveedores, nuevos vehículos espaciales y hasta hoteles en espacio, como la propuesta de la empresa Orbital Assembly Corporation para construir el primer hotel espacial, el Voyager Station. La amplia oferta, sumada a los avances tecnológicos para los lanzamientos, permitirá tener precios competitivos que posibiliten a mas personas darse el lujo de ascender a lo mas alto, pero también el beneficio de toda la economía espacial en donde cada vez están involucrados mas actores indirectos.
El viaje de Tito marcó sin duda un punto de inflexión importante en nuestro contacto directo con el espacio al comienzo del milenio, pero ahora que entramos en la nueva era del turismo espacial, parece que la llamada democratización del espacio y la posibilidad para que más terrícolas puedan disfrutar de unas vacaciones fuera de este mundo, no tienen vuelta atrás.