¿Qué relación tiene la Luna con la semana santa?

Foto de Kirill Kudryavtsev AFP

En mucho lugares del mundo, esta semana es especial, no solo porque en ella confluyen los últimos días del mes de marzo y los primeros de abril, sino porque coincide con la celebración de la semana santa, un período de ocho días que comenzó el domingo pasado y culmina el próximo domingo; los denominados domingo de ramos y domingo de resurrección.  

Para los cristianos “La Gran Semana”, como se le llamó en un comienzo, representa la semana mas importante del año, con una especial actividad litúrgica pero, a diferencia de otras celebraciones que ocurren todos los años en las mismas fechas establecidas, la semana santa tiene la particularidad de moverse año tras año en el calendario, abarcando diferentes semanas entre los meses de marzo y abril. La responsable es la Luna. No se trata de una extraña conexión entre nuestro satélite natural y el comportamiento de los humanos, como aun hoy en día muchos tratan de aducir.

Para explicarlo debemos remontarnos al año 325 d.C cuando se celebró el I Concilio Ecuménico de Nicea, convocado por el emperador Constantino I el “Grande” y en donde se estableció que la Luna marcaría la fecha de la Pascua, de forma que el domingo de resurrección se celebraría el domingo siguiente a la primera luna llena del equinoccio de primavera boreal, es decir después del equinoccio de marzo que corresponde al comienzo de la primavera en el hemisferio norte de la Tierra. En el mismo Concilio se determinó que la celebración no debía coincidir con la Pascua Judía, que conmemora el éxodo de los israelitas de Egipto, conducidos por Moisés. En un comienzo ambas celebraciones, cristiana y judía, coincidían. 

De esta forma, el calendario lunar define las fechas de la semana santa, razón por la cual no coincide todos los años en los mismos días. Los ciclos lunares tienen una periodicidad tal que las lunas llenas suceden aproximadamente cada 29,5 días, mientras que el calendario gregoriano está dividido en meses.

Más recientemente, el Concilio Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII, abrió la posibilidad a que la Pascua se fije en una fecha establecida en el año, con lo cual es factible que en el futuro no tengamos que mirar el calendario cada comienzo de año para planear los días de oración para algunos y descanso para otros, con la particularidad de que la luna habrá perdido un poco de protagonismo.

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