Cada día estamos rodeados de más y más información, y esta representa una forma de poder, por lo que ella significa a la hora de estar preparados para tomar las decisiones más acertadas, no solo a nivel personal o familiar sino también a nivel colectivo, en una comunidad, una organización, o incluso globalmente para los habitantes del planeta Tierra y su entorno.
Sin embargo, la información por sí sola no genera ese “poder”. Lo verdaderamente relevante y útil es la manera de entenderla, emplearla y aprovecharla para desarrollar acciones positivas que beneficien a las entidades o personas involucradas.
Por tal razón, la divulgación científica es muy importante, teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad en la que ciencia y tecnología juegan un rol esencial. Sin embargo, la realidad es que hay una oferta muy limitada para acceder a información veraz sobre estas materias en los medios convencionales.
Como resultado de esa situación, el vacío es llenado por ideas pseudocientíficas que llevan a tomar malas decisiones en ámbitos como el cuidado de la salud, por ejemplo, para nombrar uno que nos atañe a todos. A diario surgen nuevos descubrimientos que tarde que temprano tendrán repercusión en nuestras vidas cotidianas, y la forma de asegurar su uso de modo conveniente se fundamenta en una buena cultura científica.
Ampliando las perspectivas, recordemos también que el artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que el acceso a la información científica es un derecho humano, por cuanto “los beneficios del progreso científico deberían ser compartidos abiertamente, libre de restricciones de grupos sociales, entidades corporativas o estados”. En esta premisa se refleja igualmente el hecho de que todos somos curiosos por naturaleza, y por tanto encontrar respuestas a preguntas sobre nuestro origen y el mundo que nos rodea, es algo inherente a todo ser humano.
Ese interés innato requiere ser canalizado y de ahí la necesidad de comunicar la ciencia de forma comprensible, cercana y atractiva, especialmente en edades tempranas, cuando niños y jóvenes deben ser motivados y estimulados para desarrollar todo su potencial.
El reto es justamente crear opciones para llevar la ciencia a las nuevas generaciones en entornos y con herramientas poco convencionales. Adaptarse a nuevas opciones de comunicación requiere entender que los públicos actuales no son pasivos, sino que quieren involucrarse en el proceso comunicacional de manera participativa.
Los científicos deben entender que la divulgación y comunicación de la ciencia tiene en últimas un beneficio para la propia ciencia, y a nivel global para toda la sociedad; en la que la tecnología juega un papel cada vez más protagónico y transformador.
Y no solo estamos hablando de la ciencia aplicada, que se visibiliza casi de forma inmediata en avances tecnológicos y que es crucial en este contexto. Las ciencias básicas están detrás del telón de prácticamente todos los adelantos tecnológicos que disfrutamos hoy en día. Y la preocupación que ronda en un país como el nuestro es que el apoyo a la ciencia básica es cada vez más limitado, lo que pone a tambalear los cimientos de la estructura científica nacional y aumenta el riesgo de convertirnos en simples consumidores de tecnología.
El nuevo proyecto de divulgación científica “Yongaritmo y los Polinomios” de la Universidad Nacional de Colombia tiene los ingredientes necesarios para acercar a los jóvenes a los desarrollos científicos que surgen en los grupos de investigación de la universidad de una manera nunca antes empleada, con un lenguaje cercano y cautivador, aprovechando historias cotidianas que todos ellos seguramente han vivido en algún momento.
Las redes sociales, la forma como gran parte de los jóvenes interactúan en estos tiempos, será la principal herramienta de difusión de este nuevo proyecto. Queremos que conocer y aprender sobre ciencia y que la propia ciencia se vuelva algo viral.
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