Gracias a las investigaciones de Edwin Hubble sobre Andrómeda, que publicó en 1924, hoy se habla de la astronomía extragaláctica.

Nuestra concepción sobre el universo ha cambiado mucho a lo largo de la historia gracias a fascinantes descubrimientos. Hace menos de un siglo pensábamos que no habían estrellas, planetas o galaxias, fuera de nuestra propia galaxia, la Vía Láctea.
Para comienzos del siglo XX ya se contaba con colosales telescopios, como uno en el Observatorio del Monte Wilson en California, que se enorgullecía de tener un espejo de 2.5 metros de diámetro. Aún así, todos los objetos que se podían ver en el firmamento, se colocaban a distancias relativamente cercanas a la Tierra.
Un boxeador aficionado, entrenador de baloncesto y que había comenzado a estudiar derecho, sería el encargado de darle forma al tamaño del Universo. El joven Edwin Hubble, abandonó la jurisprudencia para dedicarse a observar el cosmos. Termina en 1917 sus estudios de Doctorado en Física en la Universidad de Chicago, y luego de haber participado en la Primera Guerra Mundial, se incorpora al Observatorio del Monte Wilson en 1919 donde se interesa por estudiar las llamadas nebulosas, usando el fantástico instrumento.
La denominación de nebulosas provenía del hecho de que se veían como unas nubes de gas, pero Hubble es capaz de identificar estrellas en gran cantidad de ellas. Así le sucedió con la llamada en ese momento “Gran Nebulosa de Andrómeda”, una región cerca de la constelación de Andrómeda, en donde Hubble descubre estrellas por montones, incluyendo un tipo de estrellas llamadas Cefeidas, que cambian su brillo periódicamente, y que se usan como patrones para medir distancias en el universo.
No hace falta tener telescopio para ver esta región, aunque si una excelente visión ya que su brillo es extremadamente débil. Nos debemos remontar al año 961 para encontrar el primer registro de su observación, hecha por el astrónomo persa Abd Al-Rahman Al Sufi. Después vinieron muchas más observaciones de reconocidos astrónomos, pero en todas ellas, se pensaba que se trataba de una región que habitaba nuestra propia galaxia.
Gracias a los estudios de Hubble sobre Andrómeda, que publicó el 23 de noviembre de 1924, hoy hablamos de astronomía extragaláctica, y sabemos que la mal llamada nebulosa está fuera de la Vía Láctea, constituyéndose en una galaxia es sí misma – incluso un poco más grande que la nuestra pero con varias características comunes, destacándose su bella forma en espiral.
Después de Hubble, hemos podido indagar mucho más sobre nuestra gigante compañera galáctica, y el vecindario de galaxias cercano, constituido por cerca de tres decenas de ellas. Sabemos por ejemplo que Andrómeda y la Vía Láctea se fusionarán dentro de unos pocos miles de millones de años, en una especie de canibalismo galáctico, formando lo que desde ya se ha denominado como Lactómeda.
Desde 1990 el Telescopio Espacial Hubble, que rinde homenaje al astrónomo, es uno de los que nos ha llevado a profundizar en el conocimiento de las galaxias que él estudió.
Siempre será gratificante, y al mismo tiempo asombroso pensar que a simple vista podemos observar a Andrómeda, cuya luz ha viajado cerca de dos millones y medio de años para llegar hasta nuestras pupilas e iluminarlas con un débil brillo.
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