Hace más de medio siglo un cosmonauta salió por primera vez de su nave a explorar el espacio.
Pocos rechazaríamos una invitación para irnos de paseo, pero si la travesía es a un sitio hostil, con temperaturas extremas, donde dependeremos de muchos factores para sobrevivir, la cuestión puede interesarles solo a algunos intrépidos excursionistas.
Los paseos espaciales son justamente eso, un componente esencial de gran parte de las misiones al espacio, en las que un astronauta sale de la protección de la nave y desafía las condiciones exteriores, equipado con un sofisticado traje que lo mantiene con vida. Es lo que técnicamente se conoce como actividad extravehicular (EVA, por sus siglas en inglés).
Lo que fuera un sueño para la humanidad durante muchos siglos se hizo realidad hace más de medio siglo, de la mano del cosmonauta ruso Alexei Leonov.
El 18 de marzo de 1965, cuatro años después de que Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en viajar al espacio para completar una órbita alrededor de la Tierra en la nave Vostok, Leonov daría literalmente un paso más allá: salió de la cápsula y ‘flotó’ en el espacio a 500 kilómetros de altura sobre la superficie de la Tierra, en un viaje a una velocidad de 27.000 kilómetros por hora.
Aunque conectado a la cápsula por un ‘cordón umbilical’ de 5,35 metros, y con tan solo 12 minutos a la intemperie, ese momento histórico nos impulsaría a realizar incluso jornadas enteras de trabajo allí afuera.
El mayor hito de la exploración espacial se dio precisamente gracias a las caminatas espaciales, y la primera sobre otro mundo fue posarnos sobre la Luna, en 1969.
Después vendrían inmensos desafíos, siendo uno de los mayores el levantamiento de un hogar en el espacio: la construcción y el mantenimiento de la Estación Espacial Internacional. A hoy, unas 1.000 horas de paseos espaciales se suman desde 1998, y el récord de una sola persona lo ostenta Anatoly Solovyev, con 82 horas y 22 minutos acumulados, en 16 EVA.
Aunque pareciera que está todo controlado, los paseos espaciales no dejan de ser arriesgados y muchas veces traumáticos. Desde el primero, en donde el traje de Leonov se expandió por un problema de presión (de no ser por la apertura de una válvula para liberar gas y disminuir la presión interna, no hubiera podido entrar por la escotilla de vuelta a la cápsula) hasta uno de los más recientes, en el 2013, cuando el astro-nauta italiano Luca Parmitano experimentó una fuga de agua en su casco y la EVA se interrumpió a pocas horas de haber comenzado.
Afortunadamente, en medio siglo de paseos espaciales no ha habido consecuencias fatales para los que se embarcan en este cara a cara con la inmensidad del espacio. Eso sí, la amalgama de sensaciones y las impresionantes vistas seguramente le habrán quitado el aliento a más de uno.