En realidad, construir una estrella es humanamente imposible, pero se pueden recrear una imagen en el cielo que tenga la apariencia de una de ellas.
Si tenemos miles de estrellas en el firmamento sobre las cuales apuntar nuestros telescopios, ¿para qué queremos hacer una nueva estrella que implica contar con un potente láser? La culpa la tiene la atmósfera terrestre.
Para la observación y el estudio del cosmos, nuestra atmósfera se convierte en un enemigo implacable ya que la turbulencia atmosférica distorsiona las imágenes, de la misma forma en que tenemos problemas para ver nítidamente una moneda que tiremos al fondo de una piscina.
La atmósfera sería como el agua de la piscina y la moneda el cuerpo que queremos observar en el universo.
La solución evidente para eludir estas dificultades es colocar un telescopio en un satélite fuera de la Tierra y tener así una situación privilegiada para la observación. Actualmente tenemos un gran número de telescopios en el espacio.
El más famoso es el Hubble, que cumplirá muy pronto 25 años. Un nuevo problema surge y es el altísimo costo de poner en el espacio un telescopio, sumado a que es extremadamente difícil hacerle mantenimiento y actualizarlo.
Los telescopios en tierra siguen siendo una opción importante y, de hecho, son los más grandes en la actualidad.
Novedosas técnicas ópticas han permitido contrarrestar los efectos de la atmósfera sobre la calidad de las imágenes. Para el uso de la óptica adaptativa, como se denomina esta técnica, se necesita una estrella de referencia para la cual se puedan evaluar en tiempo real las perturbaciones producto de la influencia atmosférica, a las cuales está sometida.
Un pequeño espejo deformable se mueve para adoptar una forma que compensa los defectos introducidos por la atmósfera terrestre, como si sacáramos el agua en el ejemplo de la piscina y pudiéramos ver la moneda en su esplendor.
Volvemos aquí al tema de las estrellas artificiales que son generadas para calibrar algunos sistemas de óptica adaptativa. Mediante un potente láser se excitan ciertos átomos de sodio de la atmósfera superior –a unos 90 kilómetros– hasta que emiten una luz amarilla que se ve como una estrella en el firmamento.
Gracias a esta técnica el poder de resolución de los telescopios puede aumentar hasta en 40 veces. Actualmente se investiga incluso el uso de óptica adaptativa aplicada a visión humana, creando ‘estrellas artificiales’ sobre la retina