Las misiones Pioneer y Voyager llevan mensajes sobre los humanos y el planeta que habitamos.
Muchos de los que hoy investigan y profundizan en los misterios del universo son jóvenes científicos que encontraron su inspiración en los años 80 a través de la televisión y en la figura y voz del carismático astrónomo Carl Sagan en su serie Cosmos. Su destacada carrera en investigación y divulgación científica hizo de él un referente para miles de niños que, gracias a sus libros y programas, soñaron en dedicar sus vidas a descifrar los misterios del océano cósmico.
La voz de Sagan, nacido el 9 de noviembre de 1934, se apagó sesenta y dos años más tarde, pero su legado está más vivo que nunca. Su contribución para nuestro planeta seguirá multiplicándose con cada humano que se maraville con sus reflexiones sobre nuestro papel en el cosmos y con el deseo de explorarlo.
Sagan estuvo involucrado en algunos de los debates científicos más importantes de finales del siglo XX. En los 50, cuando apenas era un estudiante, ya se hablaba con tres premios nobel y un futuro ganador de este.
Desde joven tuvo interés por los temas relacionados con la idea de vida extraterrestre, que se incrementó cuando conoció el trabajo de Urey y Miller, quienes experimentaban con la síntesis de aminoácidos (unidades básicas de las proteínas), recreando ambientes en nuestro planeta, en los que incluían descargas que simulaban las tormentas eléctricas de la Tierra primitiva cuando surgió la vida.
Sagan anhelaba encontrar regiones en el Sistema Solar donde tal vez pudieron ocurrir estos procesos y el descubrimiento de vida. Ese interés por la vida en otros lugares del cosmos lo llevó a asistir en 1961 a la primera conferencia sobre búsqueda de vida extraterrestre y a conformar un grupo que estudiaba las formas de comunicación con otras posibles civilizaciones.
Las misiones Pioneer y Voyager, que se encuentran ahora saliendo de los confines del Sistema Solar, llevan, gracias a su esfuerzo, mensajes sobre los humanos y el planeta que habitamos.