
Mucho antes de que existieran los satélites o los sistemas de navegación por GPS, los marinos dependían de las estrellas, las corrientes, los vientos y, cuando la costa se acercaba, de señales visuales que les indicaran el camino. Entre todas esas señales, ninguna ha sido tan emblemática como los faros, que durante siglos, han sido una luz firme y constante en medio de la oscuridad marina.
El primer faro del que se tiene registro es el mítico Faro de Alejandría, construido en el siglo III a. C. en la isla de Faros, frente a las costas de Egipto. Tenía una altura estimada de más de 100 metros y fue considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo. Se dice que su luz, alimentada por fuego, era reflejada por espejos de bronce y visible a la distancia. Aunque no sobrevive ninguna descripción técnica detallada, el solo hecho de que se tratara de un edificio dedicado exclusivamente a proyectar luz muestra cuán temprano comprendimos la importancia de esta herramienta para la navegación.
Durante siglos, los faros se mantuvieron rudimentarios, y utilizaban fuegos abiertos o lámparas de aceite, y su luz apenas alcanzaba unos pocos kilómetros. Era una solución útil pero limitada, hasta que en el siglo XIX se produjo una auténtica revolución científica en su diseño. El gran salto vino con el desarrollo de la óptica geométrica y el nacimiento de la denominada lente de Fresnel. Este invento, ideado en 1822 por el físico francés Augustin-Jean Fresnel, cambió por completo la forma en que se podía controlar y proyectar la luz.
Desde joven, Fresnel mostró un talento excepcional para las matemáticas, lo que lo llevó a formarse como ingeniero civil. Su carrera inicial lo llevó a trabajar en grandes obras de infraestructura impulsadas por Napoleón Bonaparte, pero un giro histórico marcaría su destino. Durante el regreso de Napoleón del exilio en Elba, Fresnel se alistó en el ejército monárquico. La derrota lo obligó a retirarse temporalmente a su hogar en Mathieu, donde pudo dedicar tiempo por completo a lo que ya era su gran obsesión, la luz.
En aquella época, la comunidad científica estaba dividida entre dos teorías fundamentales sobre la naturaleza de la luz, la corpuscular, defendida por Newton y sus seguidores, y la ondaulatoria, que comenzaba a ganar terreno gracias a trabajos como los del inglés Thomas Young. Fresnel, sin conocer aún las aportaciones de Young, realizó experimentos que lo llevaron a concluir que la luz tenía una naturaleza vibratoria.
Rápidamente, Fresnel se consolidó como una figura clave en el desarrollo de la óptica moderna. Sus investigaciones posteriores refinaron el estudio del comportamiento de la luz en superficies, desarrollando las ahora famosas ecuaciones de Fresnel, que describen cómo se comporta la luz al reflejarse o refractarse en distintos materiales.
Pero tal vez su contribución más visible sea la invención de la lente que lleva su nombre. La lente de Fresnel fue un avance ingenioso que permitía concentrar y proyectar la luz a grandes distancias sin necesidad de una estructura voluminosa. En lugar de utilizar una lente gruesa y pesada, Fresnel diseñó una serie de anillos concéntricos, cada uno con una curvatura precisa, que reproducían el efecto óptico de una lente convencional pero con una fracción del peso y el volumen. Esta innovación permitió por primera vez construir faros cuya luz pudiera alcanzar más de 30 kilómetros mar adentro.
La primera prueba de esta lente se hizo en el faro de Cordouan, considerado el rey de los faros por su antigüedad y majestuosidad. Desde entonces, la tecnología se expandió rápidamente por las costas del mundo, transformando la seguridad marítima. Los faros comenzaron a utilizar lentes de Fresnel de diferentes tamaños, y se complementaron con mecanismos de relojería que hacían rotar las lentes, creando destellos periódicos que servían como un código luminoso para los navegantes. Cada faro tenía su propia firma, una secuencia de destellos única, que los marineros podían identificar en sus cartas náuticas.
Con el tiempo, estos sistemas se perfeccionaron aún más, introduciendo lámparas de gas, luego bombillas eléctricas, y finalmente LEDs. Muchos faros se automatizaron, pero el principio óptico detrás de ellos sigue siendo el mismo que ideó Fresnel hace más de dos siglos.
Hoy, las lentes de Fresnel han sido adaptadas a múltiples usos, desde luces de automóviles hasta visores de realidad virtual, proyectores cinematográficos y hasta dispositivos médicos y paneles solares. Su diseño compacto y eficiente las convierte en una de las aplicaciones más versátiles de la óptica moderna.