Un universo de símbolos

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Entre símbolos matemáticos sencillos y más complejos, aparece un pequeño círculo con un punto en el centro. Se encuentra al lado inferior derecho de la letra M, en un conjunto de ecuaciones que describen las ondas gravitacionales generadas por una estrella que colapsa para formar un agujero negro. El cálculo es parte del libro “Gravitation”, una especie de biblia de la relatividad general y la cosmología escrito a comienzos de la década de los setentas por Misner, Thorne y Wheeler, tres de los físicos teóricos más renombrados del siglo XX, y el llamativo circulito con punto representa al sol. 

Una cantidad física que venga acompañada del símbolo de un círculo con un punto en el centro se refiere a esa cantidad específica para el caso del sol. Por ejemplo, si se usa M⊙ significará la masa de nuestra estrella, si es L⊙ será entonces la luminosidad solar. Así como existe el símbolo para el sol, hay representaciones para la luna y sus fases lunares o los planetas, entre otros. Muchos de los símbolos astronómicos tienen origen en la mitología; por ejemplo Venus, diosa del amor, se representa con un espejo, y Marte, dios de la guerra, con una espada y un escudo.

La curiosidad ancestral por el firmamento iba acompañada de formas efectivas para registrar y comunicar acontecimientos y descubrimientos astronómicos. Hace 17,000 años, en las cuevas de Lascaux en Francia, nuestros ancestros plasmaban ya representaciones de las estrellas, acompañando escenas de su vida cotidiana. Las representaciones gráficas de objetos o ideas con símbolos simples, que conocemos como pictogramas, se remontan a las primeras formas de escritura en civilizaciones como los sumerios en Mesopotamia, y los egipcios en el Nilo. 

En la antigua Mesopotamia, los sacerdotes-astrónomos utilizaban pictogramas para registrar el movimiento de los planetas, las fases de la luna y los eclipses solares y lunares. Estos registros no solo tenían un propósito religioso, sino que también permitían predecir eventos astronómicos importantes que influían en la agricultura y la sociedad.

En Egipto, los jeroglíficos se usaban para describir constelaciones y fenómenos celestes. Los templos y monumentos, como el templo de Hathor en Dendera, están decorados con imágenes y textos que representan el zodiaco y otros aspectos del cielo nocturno. Las civilizaciones mesoamericanas, como los mayas y los aztecas, también desarrollaron complejos sistemas de pictogramas para registrar observaciones astronómicas. Los códices mayas, como el Códice de Dresde, contienen detallados registros de eclipses, el ciclo de Venus y otros eventos astronómicos. Los mayas utilizaban estos datos para elaborar calendarios precisos y predecir fenómenos celestes. Los aztecas, por su parte, integraron la astronomía en su sistema de escritura pictográfica para fines calendáricos y rituales. La Piedra del Sol, también conocida como el Calendario Azteca, es un claro ejemplo de cómo usaron la simbología para representar los ciclos del tiempo y los movimientos astronómicos.

Aunque el uso de pictogramas en la escritura disminuyó con la evolución de los alfabetos fonéticos, su importancia no ha desaparecido, y el  proceso que los habitantes de las cavernas comenzaron cuando salieron para mirar el cielo, sigue en constante evolución. 

En la astronomía moderna, los símbolos y diagramas, descendientes directos de los antiguos pictogramas, continúan siendo herramientas esenciales para la comunicación y el aprendizaje. Al igual que la astronomía en sí, el lenguaje de los símbolos astronómicos está en constante desarrollo. Con el descubrimiento de nuevos planetas, asteroides y otros objetos celestes, se crean nuevos símbolos para representarlos.

Más recientemente, la incorporación de símbolos astronómicos en el lenguaje de señas representa un avance significativo en la accesibilidad y la inclusión, recordándonos que la curiosidad por el universo trasciende todas las barreras.

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