La curiosidad no mató al gato

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Cuando nos dicen que la curiosidad mató al gato, entendemos que nos advierten sobre los peligros que tiene el ser curiosos, y de alguna manera nos imponen una barrera para dejar de indagar sobre lo que nos mueve. Si la ciencia se guiará por la famosa expresión habría sin duda fracasado.

Dedicarse a la ciencia es sinónimo de moverse por la curiosidad. La curiosidad científica es el principal motor que nos impulsa a entender alguna cuestión sobre la naturaleza, algo que no se conoce o no se entiende, pero que aguarda ser descubierto y comprendido. 

Es la misma curiosidad que nos acompaña muy de cerca en nuestras primeras etapas de la vida, cuando en la primera infancia recibimos estímulos nuevos y nos adentramos a explorar un mundo que se abre ante nuestra mirada perpleja. Somos observadores por naturaleza, y esa es una de las principales herramientas que nos permite aprender y adquirir las capacidades básicas para interactuar con el entorno. A medida que crecemos, parece que vamos perdiendo un poco esa curiosidad innata.

Las personas adultas que dedican su vida a la ciencia no dejaron de hacerse preguntas y de tratar de entender el porqué de las cosas; no se conforman con la respuesta de que las cosas son como son y punto. La investigación científica es por tanto un ejercicio de creatividad y curiosidad a través del cual hemos conseguido entender como brillan las estrellas, el porqué la Luna se torna rojiza durante un eclipse total, y muchos otros misterios que nos acompañaron durante milenios. 

Quedan sin embargo muchas preguntas por responder, probablemente más que antes, teniendo en cuenta que cada respuesta trae consigo nuevas preguntas. Contrario a representar un inconveniente, posiblemente esto sea lo más cautivador de la ciencia, porque cuando parece que tenemos la última palabra sobre una incógnita, se abre ante nosotros un abanico de nuevos enigmas por resolver. 

Parafraseando a Einstein, lo importante es no dejar de hacerse preguntas. Esas preguntas, que en la mayoría de los casos parten desde la ciencia básica, dan lugar a  grandes descubrimientos, y estos a su vez a notables transformaciones. Los avances tecnológicos que nos rodean en la actualidad se deben a personajes que simplemente buscaban saber más; es la utilidad del conocimiento inútil. Satisfacer la curiosidad requiere tiempo y esfuerzo, por tanto la ciencia básica precisa de paciencia y dedicación. 

Lo mejor para la ciencia es que la expresión “la curiosidad mató al gato” sea echada al olvido. Al fin y al cabo la expresión original era “el cuidado mató al gato”, haciendo referencia a que un cuidado excesivo de la salud podría terminar siendo perjudicial para esta, frase que fue incorporada por primera vez a finales del siglo XVI por los dramaturgos británicos Ben Jonson y William Shakespeare.

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