La conquista del espacio, una carrera que no termina

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La curiosidad de los seres humanos nos ha llevado a conquistar desafíos que parecían residir exclusivamente en el cajón de los sueños. Uno de los que más lejos nos ha llevado es sin duda la conquista del espacio, la materialización del de uno de esos sueños, el de volar más y más alto.

Cuando los hermanos Wright lograron abrir el camino y ejecutar la proeza del primer vuelo tripulado en avión con el “Flyer I” en 1903, aún faltaban dos décadas para entender los principios físicos fundamentales que permitían flotar en el aire como un pájaro, pero las aparentes limitaciones teóricas no fueron un impedimento para lograrlo.

La ciencia ficción se convertía en realidad, y estábamos a poco tiempo de dar el gran salto a la frontera del espacio con el lanzamiento al espacio del primer objeto construido por la especie humana.

El 4 de octubre de 1957 el cielo dejó de ser el límite y el Sputnik I, un balón metálico  de 58 centímetros de diámetro y 83 kilogramos de peso construido por los soviéticos, lograba conquistar el espacio alejándose a casi 1000 kilómetros sobre nuestras cabezas y viajando a 30 mil kilómetros por hora. Desde allí afuera pudo usar sus antenas de más de dos metros de longitud para enviar un “bip bip” a los terrícolas, una señal que cambiaría el rumbo de la historia y abriría el camino a una nueva era, la era espacial. La carrera espacial que traería en su camino grandes hitos, apenas comenzaba, impulsada por el orgullo nacionalista de dos grandes potencias,  Estados Unidos y la Unión Soviética, en plena Guerra Fría, un combate de ciencia y tecnología.

Ya no era descabellado pensar en posarnos en la Luna, algo que únicamente era imaginable en la escena literaria, con Julio Verne y sus fantásticos viajes como algunas de las historias más emblemáticas. Aquel 20 de julio de 1969  se paralizaba la humanidad que atónita celebraba el triunfo de la capacidad del ser humano para enfrentarse a enormes retos.

Desde que el último hombre dejara su huella sobre nuestro satélite natural en diciembre de 1972,  completando así una docena de privilegiados seres humanos que los consiguieron, lo más lejos que nos hemos adentrado en el espacio exterior equivale a la distancia entre Bogotá y Cúcuta. Los elevados costos y la reducción del presupuesto después de haberlo conseguido por primera vez fueron en gran parte responsables de acabar con estas aventuras, pero además de pisadas, 6 módulos lunares, carritos y cinco banderas, se dejaron cinco retroreflectores (espejos) con los cuales se sigue midiendo la distancia entre la Luna y la Tierra mediante un rayo láser de gran potencia. Además, se trajeron de vuelta a casa cerca de 400 kilos de material lunar para analizar en laboratorios.

Casi medio siglo después, el regreso a la Luna parece algo inminente. Los nuevos competidores emergentes que amplían el elenco en el escenario lunar son países como China e India que, sin todo al arsenal mediático de Estados Unidos, posiblemente serán los líderes de la próxima expedición lunar tripulada.

Los norteamericanos no se resisten a quedar relegados luego de tener el dominio durante varias décadas de los viajes espaciales, principalmente gracias a su sistema de transporte más exitoso, los transbordadores espaciales. Desde 1981 hasta el 2011  esta nave espacial reutilizable consiguió grandes hitos para la exploración del universo; colocando satélites y telescopios espaciales como el Hubble, pero también construyendo el mayor rompecabezas de la humanidad, la Estación Espacial Internacional que ha estado habitada ininterrumpidamente desde el año 2000.

Lejos de quedarse celebrando sus victorias, los norteamericanos siguen apostando fuertemente a la exploración espacial. Recientemente la NASA anunció sus planes de cooperar en un proyecto con la Agencia Espacial Rusa Roskosmos para construir una estación en órbita alrededor de la Luna. El objetivo principal es que se pueda convertir en una base para futuras misiones a Marte y otros sitios de nuestro vecindario cósmico, un portal de espacio profundo como se denominó oficialmente. Según el acuerdo firmado, su construcción podría comenzar en unos tres años.

Por su parte, la Agencia Espacial Europea también tiene puesta su mirada en nuestro satélite natural , con ideas donde prima la sostenibilidad de una misión de exploración lunar, es decir donde se pueda aprovechar a largo plazo la presencia de oxígeno y de hielo que se usen como insumos para reabastecimiento. Las que denominan como “aldeas lunares”, se establecerían como bases en la superficie lunar que sirvan como estaciones o trampolines para futuras operaciones humanas en el espacio profundo.

Pese a que hay una fascinación por seguir descubriendo, no todos los objetivos apuntan a estos fines “desinteresados”. Hay igualmente fines comerciales que van tras la denominada minería espacial, no solo en la Luna sino en asteroides  cercanos a la Tierra – que suman cerca de 9000 mil – y que contienen gran cantidad de recursos con los cuales muchas empresas privadas comienzan a frotarse las manos.

Si hay algo que retrasa los planes de explorar al ritmo que quisiéramos, es indudablemente el elevadísimo costo de las misiones espaciales – el solo cohete puede costar 200 millones de dólares. Afortunadamente hay varios esfuerzos que se suman a los desarrollados por agencias gubernamentales y que ahora florecen en los sectores privados.

La nueva carrera espacial incluye además a empresas de célebres visionarios que han soñado también con conquistar el espacio. Uno de ellos es Elon Musk, dueño de múltiples empresas entre las que se destaca Space X, fundada hace 15 años. En sus manos están puestas las ilusiones de llegar a Marte. Seguramente los primeros seres humanos que lleguen a Marte ya están pisando las calles de algunas ciudades en la Tierra y viajarán en la cápsula Red Dragón – que de hecho se están diseñando para poder aterrizar en cualquier lugar del sistema solar – impulsada por un cohete Falcon Heavy.  Space X tiene ya entre sus logros importantes contratos con NASA y ser la primera empresa privada que envía una de sus naves a la Estación Espacial Internacional.

Sin embargo Musk no lo tendrá fácil, porque otros emprendedores como Jeff Bezos  – fundador de Amazon y dueño de la empresa de Blue Origin – tampoco se puede quitar a Marte de sus pensamientos. Ambas empresas van codo a codo y ya han conseguido lanzar cohetes al espacio que luego logran regresar y aterrizar, pudiendo ser reutilizados y reduciendo así los costos de las misiones. Por si fuera poco, la empresa Boing mantiene que el primer ser humano en pisar el planeta rojo llegará en una de sus naves. No hay duda de que la industria espacial privada está agregando nuevos ingredientes que potencian la innovación y traen beneficios en otras múltiples aplicaciones tecnológicas para la sociedad. 

Amanecerá y seremos testigos de cómo persistimos dando pasos firmes para cumplir el sueño de llegar más y más lejos, dándole sentido a la predicción de algunos de los soñadores que vaticinaron un futuro en que la humanidad no estaría eternamente confinada a la Tierra.

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