La tecnología, que nos ha hecho más vulnerables, es la única arma que tenemos para defendernos.
Aunque el fenómeno ocurrido pudo ser devastador para nuestra civilización, pasó prácticamente inadvertido. Ocurrió hace dos años, el 23 de julio del 2012. Ese día el Sol experimentó una tormenta de proporciones colosales, tal vez la mayor que haya sido registrada por el hombre. Para fortuna nuestra, la nube de miles de millones de toneladas de plasma emitida por nuestra estrella en ese momento, que viajaba a una velocidad de hasta 3.000 kilómetros por segundo, no iba dirigida hacia la Tierra.
Otra sería la historia si hubiera ocurrido solo una semana antes. Teniendo en cuenta la rotación del Sol, la tormenta solar nos hubiera apuntado directamente, tal como sucedió en septiembre de 1859. Sus efectos se hubieran sentido en prácticamente todos los rincones de la geografía.
Un fenómeno de tales proporciones afectaría la mayor parte de la tecnología desarrollada por el hombre en las últimas décadas. Centrales y sistemas de distribución eléctrica, satélites, sistemas de comunicación, GPS e internet.
Es difícil imaginar las consecuencias para una sociedad que depende tanto de la tecnología, un mundo con miles de satélites en órbita y en el que 6 mil millones de sus 7 mil millones de habitantes tienen acceso a celulares. Se estima que las pérdidas llegarían a los 3 trillones de dólares, unas 20 veces las causadas por el huracán Katrina.
No es para menos. Los desarrollos tecnológicos nos determinan. Compañías como Facebook planean inundarnos con satélites y drones para aumentar la conectividad global a través de internet; Google desarrolla el vehículo autónomo cuyo funcionamiento se basa, entre otros, en sistemas de posicionamiento y navegación satelital, y en mayo del 2012 se otorgó, en Nevada (EE. UU.), la primera licencia a un carro sin conductor.
La tecnología, que nos ha hecho más vulnerables, es la única arma que tenemos para defendernos. Con ella podemos ahondar en el conocimiento de los fenómenos a los cuales estamos expuestos.
En el caso del Sol, aún nos queda un largo camino para entender sus ciclos de actividad y predecir su comportamiento, pero cada vez es más clara la necesidad de hacerlo. De ello dependerá hasta la posibilidad de embarcarnos en viajes tripulados a otros planetas.
Publicado en el diario El Tiempo el 30 de Julio de 2014