
El 24 de octubre de 1917, el Teatro Colón en Bogotá se llenó de expectación. A las 8:30 p.m., un ilustre arquitecto tomó el escenario para llevar a cabo un evento extraordinario en cuyo cartel promocional se leía: “Conferencia sobre los últimos temblores y a beneficio de sus víctimas con experiencias por Gaston Legarge, miembro de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y miembro perpetuo de la Sociedad Astronómica de Francia”. En la primera parte del inusual evento , el conferencista Lelarge hablaba de la génesis y la agonía del planeta Tierra. Luego había un entreacto con un concierto para dos violines de Bach. Finalmente, en la segunda parte, Lelarge se refería a las causas de los temblores, la descripción de los movimientos sísmicos y al análisis de los temblores que recientemente habían acontecido en Colombia.
El evento, no solo atraía a amigos y seguidores del trabajo del reconocido arquitecto, sino también a los curiosos que esperaban atentos encontrar respuestas a varios interrogantes sobre lo que estaba sucediendo. En una época en que la sismología comenzaba a hacerse un lugar en el estudio científico en el país, Lelarge cautivó a su audiencia entrelazando su vasta experiencia como mente creadora de algunos de los edificios más icónicos de la ciudad con su profundo amor por la ciencia.
Nacido en Rouen, Francia, en 1861, Lelarge llegó a Colombia en 1890, convirtiéndose en uno de los arquitectos más influyentes del país. Su legado arquitectónico se manifiesta en obras emblemáticas como el Capitolio Nacional, el palacio Liévano donde actualmente se encuentra la Alcaldía de Bogotá, la casa Echeverry donde funciona el Ministerio de Cultura, o la icónica cúpula de la iglesia de San Pedro Claver en Cartagena. Sin embargo, su fascinación no se limitó a la construcción de magníficos edificios; su pasión por el cosmos lo llevó a explorar las conexiones entre otras ciencias, donde la astronomía y la entomología tuvieron especial relevancia. A lo largo de su vida, Lelarge mantuvo un interés constante por los cuerpos celestes, dedicando tiempo a la observación y registro de algunos fenómenos astronómicos, y a compartir su pasión con el público.
En 1910, la aparición del cometa Halley en los cielos de Colombia generó una gran conmoción entre la población. Para muchos, este evento astronómico representaba el inicio del tan anticipado apocalipsis que se mencionaba en los sermones de las iglesias. Mientras esto ocurría, Lelarge escribió algunos artículos en donde se refería al origen de los cometas y sus características principales, incluida su larga cabellera, en un esfuerzo por llevar la cultura científica a la sociedad.
Su destacada labor como promotor de la astronomía, lo había llevado a convertirse en miembro vitalicio de la famosa Sociedad Francesa de Astronomía. Este compromiso no solo reflejaba su pasión, sino también firme deseo de democratizar el conocimiento y hacer accesibles los misterios del universo.
Uno de los escasos vestigios que perduran de su legado en el ámbito de la astronomía es su telescopio Secretran, un refractor de 81 mm, f/15, fabricado en París alrededor de 1900 por la casa de fabricantes de telescopios más importante del siglo XIX y buena parte del XX. Este emblemático instrumento no solo simboliza su amor por la astronomía, sino que también es un recordatorio de su compromiso con el estudio del cosmos.
Pero su enfoque no se limitó a la astronomía; en su conferencia en el Teatro Colón, Lelarge su habilidad para entrelazar la ciencia de la tierra y del cielo fue una demostración de cómo la curiosidad y el conocimiento pueden cruzar disciplinas.
Gastón Lelarge fue un verdadero renacentista, un hombre que entendió que la arquitectura no es solo la construcción de edificios, sino una forma de explorar y comprender el universo. Hoy, en varios lugares del mundo, teatros emblemáticos acogen eventos donde la ciencia y el arte se combinan para celebrar el conocimiento y la creatividad. Esperemos que en Colombia, en el Teatro Colón y en muchos más, volvamos a acoger el llamado de Lelarge.