
“No sé realmente cómo empezar, se trata de una cuestión importantísima” dijo el escritor, y tras una pausa comenzó a exponer el tema de su próxima obra, que revelaría hallazgos antes los cuales “el descubrimiento de la gravitación por Newton resultaba una mera fruslería”. La afirmación la hacía el poeta Edgar Allan Poe en conversación con George Palmer Putnam, el fundador de una de las casas editoriales más destacadas en los Estados Unidos.
La obra, titulada Eureka, vio la luz poco antes de la muerte en 1849 de uno de los más reconocidos escritores del siglo XIX, y sería el décimo y último libro publicado por el autor. Ni el libro ni las conferencias que Edgar Allan Poe pronunció basándose en él fueron comprendidos por la mentalidad de su época.
El propio Poe, desde el prefacio de su obra, ya alertaba sobre el temor que sentía al adentrarse en el más solemne, amplio y difícil de los temas imaginables. Se propuso hablar del universo, de su esencia, origen, creación, de su condición presente y de su destino.
Célebre por sus relatos macabros y contribuciones a la ficción detectivesca, Poe albergaba una fascinación por el cosmos que trascendía los límites de sus conocidas obras literarias que lo catapultaron a la fama. Desde temprana edad se había aficionado a la astronomía, y acostumbraba a observar las estrellas desde el balcón de una imponente casa que había heredado su padrastro, haciendo uso incluso de un telescopio. Además, conocía bien el trabajo de algunos de los más importantes científicos, como Laplace, Newton, Kepler.
En Eureka, obra que dedica al gran naturalista alemán Alexander von Humboldt, Poe no busca emplear un método científico, pero se sumerge en la más pura intuición para escribir un largo ensayo cosmológico, donde propone una visión del universo que anticipa de manera notable algunos aspectos del pensamiento cosmológico moderno. En ciertos fragmentos, se vislumbra la anticipación de conceptos como el Big Bang, la Teoría de la Relatividad y la noción de espacio-tiempo, ideas que solo se materializarían en el siglo XX.
En una época en la que la visión predominante consideraba al universo como estático e inmutable, Poe postuló audazmente una perspectiva dinámica, teorizando que el universo tuvo un inicio definido, originándose a partir de una única y primordial partícula. Esta partícula, caracterizada por su unidad inherente, habría experimentado un proceso de división, dando lugar a la creación de diversos elementos cósmicos.
Las partículas que surgieron de esta división se atraen entre sí, concepto que toma de la física newtoniana, y así tiran irremediablemente hacia atrás en contra de la energía que primero las dividió y luego las repelió. Poe hace énfasis en que todo lo que tiene un comienzo debe tener un final, y creía que el universo terminaría nuevamente como una única partícula primordial recuperando la unidad.
Se ha especulado que Eureka fue la obra magna de toda la vida de Poe y que reflexionó en torno a ella a lo largo de varios años. Aunque este último trabajo del escritor ha sido duramente juzgado desde la perspectiva científica, los buenos lectores de este ensayo son aquellos que aceptan, en un plano poético, el vertiginoso itinerario intuitivo e intelectual que Poe les propone, como lo resaltó el destacado novelista Julio Cortazar, traductor de la obra al español.
Para Poe, significó algo extremadamente trascendental, como pone de manifiesto su frase: “No tengo deseos de vivir desde que escribí Eureka. No podría escribir nada más”.