
Al llegar a la mitad del año, millones de habitantes del planeta que viven en el hemisferio norte esperan con impaciencia la llegada del verano, para disfrutar de las calidas temperaturas y los días largos. Sin embargo, en 1816, la espera parecía hacerse eterna, y desde la primavera el ambiente estaba ya bastante fresco. En Europa y el noreste de Norteamérica las heladas persistian en mayo, y en la segunda semana de junio se registraron nevadas más propias de los meses de invierno que parecía que habían quedado atrás.
Capas de nieve de hasta 30 centímetros de espesor, personas muy abrigadas, trineos y muñecos de nieve eran parte de la escena en lugares donde típicamente los turistas deberían estar disfrutando de días despejados y soleados, playa y juegos propios del buen tiempo. Algunas de estas nevadas se extendieron hasta bien entrado el verano, en el mes de julio. Las precipitaciones también tuvieron cambios significativos. En Europa, se registraron lluvias abundantes, especialmente en el centro y el oeste del continente. En Francia, por ejemplo, las precipitaciones en el mes de julio fueron un 300% superiores a las normales.
Las condiciones climáticas adversas provocaron una grave crisis agrícola. Las cosechas se perdieron en gran medida y se produjo una escasez de alimentos que desembocó en enfermedades y la peor hambruna del siglo XIX. Se estima que murieron alrededor de un millón de personas, y en países como Irlanda la cuarta parte de la población no sobrevivió al suceso, que desde entonces se conoce como “el año sin verano”. El hambre continuó durante todo el año siguiente, que vino a llamarse “el año de los mendigos”.
El responsable del inusual evento se encontraba al norte de la isla de Sumbawa en Indonesia. Con sus 4300 metros, el Tambora es uno de los volcanes más altos del archipiélago indonesio, y se popularizó en todo el mundo como consecuencia de la erupción que tuvo en abril de 1815, considerada la erupción volcánica más grande registrada en la historia reciente de la humanidad. El Tambora liberó a la atmósfera una gran cantidad de ceniza y polvo, que debido a las corrientes atmosféricas tuvo consecuencias en muchas partes del planeta, bloqueando la radiación solar y provocando un enfriamiento global, que se suele denominar un invierno volcánico.
Sumado a los efectos producidos por la erupción del Tambora, otros factores pudieron también influir para que se produjera el año sin verano, incluyendo la erupción del volcán Mayon en Filipinas en junio de 1816 y una caída en la actividad solar.
Pero no todo fueron consecuencias negativas a nivel social y económico durante el año sin verano, y cabe rescatar su impacto cultural. Varios artistas se inspiraron en el inusual clima para crear obras de arte, como el cuadro «El Deshielo» de Caspar David Friedrich. Los escritores hicieron lo propio, siendo el caso mas conocido, el de un grupo de jóvenes que se reunieron a crear obras de terror, inspirados por la lluvia torrencial y el frío inusual que asolaban a Europa. Entre ellos, se encontraba John William Polidori, quien escribió El vampiro, precursora del género literario de vampiros, Lord Byron quien compuso el poema Darkness, en el que mezcló nostalgia y melancolía con los tintes apocalípticos y desoladores que se habían asentado entre los más pobres, y Mary Godwin, futura Mary Shelley, quien se inspiró en el entorno fantasmagórico y tormentoso para escribir su célebre Frankenstein.
Los inviernos volcánicos pueden estar relacionados con algunas de las extinciones masivas que han tenido lugar en la historia de la Tierra. Por ejemplo, la extinción del Pérmico-Triásico, que se produjo hace unos 252 millones de años, fue uno de los eventos de extinción más graves de la historia, en la que se extinguieron el 96% de las especies marinas y el 70% de las especies terrestres. Esta extinción podría haber sido causada por un invierno volcánico provocado por la erupción de un supervolcán en Siberia.