
A lo largo de la historia, la ciencia ha desempeñado un papel fundamental en la búsqueda de la paz y la comprensión entre naciones, Sin embargo, solo hasta 1986 se resaltó este rol crucial de la ciencia durante la Semana Internacional de la Ciencia y de la Paz, que vio la luz como una iniciativa no gubernamental en el marco del Año Internacional de la Paz. Su éxito fue tan rotundo que se convirtió en una celebración anual, y la Asamblea General de la ONU oficializó la celebración programada para cada año durante la semana del 11 de noviembre. En el 2023, del 9 al 15 de noviembre, se realizaron multitud de actividades para promover el estudio y la difusión de información sobre los vínculos entre el progreso científico y tecnológico, y el mantenimiento de la paz y la seguridad.
Entre los numerosos ejemplos que ilustran la estrecha relación entre la ciencia y la paz, quiero referirme a dos casos específicos, ligados por el entendimiento del cielo y el suelo, uno perteneciente al pasado y otro situado en nuestro contexto actual.
El primero de ellos, es el Tratado de Tordesillas, firmado el 7 de junio de 1494 entre España y Portugal, un hito histórico que estableció las líneas de demarcación entre las áreas de influencia de ambas potencias coloniales en los territorios recién descubiertos durante la era de la exploración.
El contexto histórico se enmarca en la llegada de Cristóbal Colón a América y las exploraciones de Vasco da Gama alrededor de África. Ambos países querían evitar conflictos y establecer reglas claras para la expansión colonial, y en un esfuerzo por conseguirlo, el Papa Alejandro VI emitió en 1493 la bula papal «Inter caetera», que otorgaba a España y Portugal el derecho exclusivo sobre las nuevas tierras descubiertas. Sin embargo, debido a la imprecisión de las fronteras, se requería un acuerdo más detallado.
Fue justamente la necesidad de encontrar un método objetivo para definir los límites de los territorios reclamados por ambas naciones, lo que hizo que la astronomía se convirtiera en una herramienta esencial para determinar la línea de demarcación específica. Se sabía que la rotación de la Tierra determina el día y la noche, y los astrónomos de la época utilizaban instrumentos como astrolabios y cuadrantes para medir la altura del Sol sobre el horizonte. Estas mediciones permitían establecer límites geográficos basados en la longitud, ya que la hora local del mediodía solar varía con la longitud.
Aunque el tratado no fue completamente efectivo en prevenir futuros conflictos, marcó el inicio de la era de la diplomacia internacional basada en principios científicos para definir límites geográficos y evitar disputas territoriales.
El segundo ejemplo se relaciona con la exploración espacial, y en particular con los esfuerzos por establecer colaboraciones que nos llevaron a convertir la ficción en realidad. Me refiero específicamente a la Estación Espacial Internacional (EEI), uno de los esfuerzos colaborativos más impresionantes en la historia de la humanidad, que destaca la capacidad de la ciencia y la tecnología para unir naciones en pos de objetivos comunes. Este gigantesco laboratorio orbital, habitado por astronautas de diversas nacionalidades desde hace más de dos décadas, representa un símbolo de cooperación internacional en el ámbito de la exploración espacial.
Desde su lanzamiento en 1998, la EEI ha demostrado cómo la colaboración científica puede superar fronteras y diferencias geopolíticas, involucrando a agencias espaciales de diversos países y desarrollando ciencia que beneficia a toda la humanidad. Investigaciones en microgravedad, biología espacial, estudios de materiales y medicina espacial son solo algunos ejemplos que muestran cómo la exploración de los límites del conocimiento humano y la tecnología espacial puede tener aplicaciones prácticas para abordar desafíos globales.
En la Semana Internacional de la Ciencia y la Paz, reflexionemos sobre la esencial contribución de la ciencia en la construcción de un futuro pacífico en Colombia. La ciencia y el desarrollo sostenible van de la mano, pero para aprovechar completamente sus beneficios, debemos reconocer la importancia de fortalecer nuestras instituciones científicas. En Colombia, la ciencia y la paz están entrelazadas en una narrativa de resiliencia y esperanza. Respaldar la ciencia será determinante para construir un futuro donde el conocimiento trascienda y desencadene todo su potencial transformador para Colombia.