
Situado en las profundidades del sistema solar hay un mundo intrigante que por estos días está generando gran interés científico. Se trata del planeta gigante Neptuno, cuyo nombre hace honor al Dios romano del mar. Y es que, aunque muy diferente, Neptuno nos recuerda la imagen que vemos de nuestro propio planeta desde el espacio, siendo el azul en Neptuno aún más intenso.
La historia del descubrimiento de Neptuno, es un relato fascinante de la observación astronómica y la predicción matemática. A mediados del siglo XIX, los astrónomos notaron irregularidades en la órbita de Urano, el último planeta del sistema solar conocido en ese momento. Las desviaciones en la trayectoria orbital de Urano no se podían explicar completamente por las influencias gravitatorias de los planetas conocidos, principalmente de Júpiter y Saturno que son los más grandes. Surgió la sospecha de que una influencia adicional, causada por un planeta aún no descubierto, podría estar afectando el movimiento de Urano.
Utilizando las leyes de la mecánica celeste, el astrónomo francés Urbain Le Verrier calculó la posición en el cielo donde el nuevo planeta podría encontrarse, y finalmente en 1846 se pudo ver por primera vez utilizando el telescopio del Observatorio de Berlín. Fue un gran triunfo predictivo para la ciencia, con el que se abrió la puerta para comprender la influencia gravitatoria y las interacciones entre los planetas del sistema solar.
Desde entonces, el distante mundo ha sido objeto de estudio, aunque junto con Urano, son los únicos planetas del sistema solar que no han tenido una misión dedicada a su exploración. Pese a ello, la sonda Voyager 2, que hizo un sobrevuelo en 1989, reveló algunas de sus características, como su llamativo color, resultado de la presencia de metano en su atmósfera, que absorbe la luz roja y refleja la azul. La atmósfera turbulenta, compuesta principalmente de hidrógeno y helio, tiene vientos que superan los 2000 kilómetros por hora, posiblemente los más violentos de todo el sistema solar. Además, Neptuno tiene un sistema de anillos delgados compuestos principalmente de partículas de hielo y polvo, y 14 lunas conocidas.
Nuevas investigaciones siguen sorprendiendo, al encontrar más detalles de interés en las condiciones de Neptuno. Uno de ellos es entender la conexión entre fenómenos solares y los patrones climáticos en un planeta tan distante. Pese a estar situado en las profundidades del sistema solar, donde recibe apenas una fracción de la luz solar que llega a la Tierra, se ha descubierto que el clima nublado en Neptuno está fuertemente influenciado por el ciclo de actividad solar de 11 años.
La radiación ultravioleta intensa emitida durante las tormentas solares, que aumentan durante los momentos de máximo solar, impacta al sistema solar. El reciente estudio, encontró que dos años después del pico de actividad solar, se observa un aumento en la cantidad de nubes en Neptuno, lo cual cambia también su brillo. Este hallazgo respalda la teoría de que los rayos ultravioleta del Sol pueden desencadenar reacciones químicas en la atmósfera superior de Neptuno y cambiar su clima.
Hace poco también se reveló el descubrimiento de una gran mancha oscura en la atmósfera de Neptuno, que parece estar producida por el cambio en la naturaleza de los aerosoles en la profundidad del planeta. No es la primera vez se detectan este tipo de manchas en Neptuno, y aún hace falta indagar mucho más para entender a fondo los fenómenos atmosféricos que están ocurriendo, pero es sorprendente que podamos empezar a desentrañar los misterios del clima en un mundo a unos unos 4500 millones de kilómetros de nuestro hogar.